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04 enero, 2011

LOS NUEVOS VECINOS

Este cuento está hecho expresamente para Tatiana de Málaga y sus tres hijos. En él, además de reflejar la situación de esta estupenda familia, quise aprovechar esta oportunidad para intentar inculcar a los niños la igualdad entre razas y sexos. Espero haberlo conseguido en cierta medida. 
Gracias por estar ahí. 
Saludos.


Estando dos muchachos sentados en la puerta de su casa, vieron asombrados como un gran camión paraba frente a ellos y de él descendían cuatro hombres que no dejaban de meter cajas en la vieja casa deshabitada. Su curiosidad era tal, que decidieron preguntar a aquellos fuertes hombres que estaba ocurriendo.
- Señor  ¿Me podría decir qué son todas esas cajas?- preguntó escueto Marcos.
- Claro, pequeño, son las cosas de una familia que pronto vendrá a vivir aquí, y a lo mejor tiene niños como vosotros ¿qué edad tenéis?- les preguntó cariñosamente el fornido descargador.
- Tenemos siete años, señor- contestó Sergio mientras se acercaba a algunas de las cajas por si podía ver algo entre las ranuras.
- Bien chicos, dejadnos trabajar, y no andéis por aquí, ya que podríamos haceros daño sin querer, e incluso podríais hacernos caer y eso sería un gran problema.
Los chicos se fueron a su lado de la acera sin rechistar, cotilleando por lo bajo si tal vez vendrían niños nuevos al barrio, sobre de donde vendrían y cuantos juguetes tendrían, deseando que ya fuese el día en que los viesen entrar en la casa.
Marcos llegó a casa como un rayo, gritando que ya pronto vendrían vecinos nuevos, que había visto como descargaban cajas de un camión gigante, correteando entre las piernas de su madre mientras hablaba... En cambio, Sergio había llegado a casa tranquilo y pensativo, con un montón de dudas en su cabeza. Hasta aquel momento los únicos chicos del barrio eran ellos... ¿y si el que llegase fuese más fuerte? ¿O más listo? Su madre, y vista su cara de preocupación, le preguntó:
- ¿Qué te pasa hijo? ¿Te has peleado con Marcos?
- No mamá, es que hemos visto un camión cargado de cosas y los señores que las estaban bajando nos han dicho que son de una familia que se va a mudar a la casa de enfrente, la abandonada, ¿la recuerdas mamá?
- Si hijo, ¿y eso te preocupa?- le preguntó la madre extrañadísima.
- No se mamá, es que a lo mejor llegan niños nuevos, y entonces Marcos ya no quiera ser mi amigo...
- Eso es una tontería hijo, a lo mejor al final sois más amigos con los nuevos vecinos, y os divertís mucho más ¿no lo crees hijo? Cuantos más seáis mejor.
- Si, mamá - contestó Sergio sin demasiado convencimiento.
Los días siguientes se convirtieron en una interminable espera frente a aquella vieja casa abandonada, en vigilancia constante, nerviosos. El cuarto día de vigilancia tuvo sus frutos, llegó un todoterreno del que descendieron una bella mujer con piel de ébano y un señor muy distinguido con una piel como la nieve, pero los ojos de los niños estaban centrados en otras cosas, pues ya habían escuchado risas saliendo de la parte trasera y tan solo deseaban ver a sus ocupantes.
La puerta se abrió de repente y de ella descendieron dos niños de unos ocho u nueve años y tras ellos una pequeña niña de unos tres años, con unos lindos tirabuzones. La sorpresa de los niños fue mayúscula cuando comprobaron que los dos niños eran blancos y la pequeña era negra y corrieron a casa de Marcos, ya que los padres de Sergio se encontraban allí tomando un café, y según abrieron la puerta Marcos gritó:
- Mamá, los nuevos vecinos tiene una niña que no es suya... y tienen unos niños dobles... ¡¡¡tengo miedo mamá!!!
Los niños temblaban como hojas, sin apenas creer lo que habían visto. Entre las carcajadas de sus padres se escuchó el timbre de la puerta. Eran los vecinos que venían a presentarse. Marcos y Sergio se escondieron bajo la escalera, atentos a todo lo que sucedía en aquella sala. Una vez sentados los nuevos vecinos y sus hijos en el salón, la mamá de Marcos llamó a los niños, que acudieron atemorizados.
- Vamos a ver pequeños, todo tiene una explicación, ¿me escucháis?- Dijo la madre de Marcos con un tono lo más dulce posible, los niños asintieron sin decir una palabra.
- Bien, os presento a Damián y Daniel, tienen los dos ocho años y son gemelos, por eso son iguales, pero no son la misma persona, y esta es su hermanita Sandra, como podéis ver su piel es de otro color, pero eso es porque su madre tiene ese color de piel, pero si, son hermanos, porque como habéis visto, y aunque no habéis caído en la cuenta la madre es negra y el padre es blanco, y por lo tanto la mamá puede tener hijos negros o blancos.
- ¿Y tú, mamá?- preguntó Marcos curioso, ¿podrías tener un hermanito negro para mi?
- Yo no hijo, porque tanto yo como tu padre tenemos la piel blanca, y por lo tanto nuestros hijos serán siempre blancos.
Los dos pequeños suspiraron, ya que durante unos minutos estaban aterrados pensando que ha aquella niña la habían secuestrado aquellos niños. A los pocos minutos ya estaban todos juntos jugando, sin darse ni cuenta siquiera de los pequeños detalles les hacían diferentes, y por eso aun más ricos en su variedad. A partir de ese día los gemelos y los dos niños inseparables fueron amigos íntimos y su pequeño grupo se expandió.  FIN.


Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.

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