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20 enero, 2012

LA VALENTIA 4ª Y ÚLTIMA PARTE

FELIZ FINDE A TODOS/AS ¡¡ 

No era consciente del tiempo que llevaba así, pero a mi se me parecía una eternidad. Escuche el lejano sonido de una puerta corredera, la cual me anunciaba que alguien entraba o salía, el no saber con certeza cual de las dos cosas era me mataba lentamente.
La dulce voz de mi niña me devolvió toda la vida que se estaba escapando a cada minuto a solas en aquella jaula en la que se había convertido mi cuerpo.
-Mamá, ya te puedes despertar, te traigo una sorpresa.- Gritaba.
La sensación de impotencia era tan intensa que me maldecía a mi misma sin parar. Escuché como las sabanas de la cama se movían y un pequeño bulto se acurrucaba a mi lado. Necesitaba abrazar a mi pequeña de manera urgente.
-Hola cariño-
¡Era la voz de Manuel! Dios mío había llegado a pensar que estaba muerto oque todo había sido un sueño y el no estaba ni siquiera en mi vida. Su voz prosiguió:
-Creí que no me dejarían venir a verte nunca, pero como siempre la espera ha valido la pena. Tuvimos un accidente, las placas de hielo descontrolaron el coche y caímos por un barranco. He tenido que hacer uso de todo el valor que tenía para venir hasta aquí y contarte lo que a mi me ha sucedido.  Salí despedido por la ventana y cuando caí lo hice entre unas duras rocas y matorrales muy punzantes. Las rocas destrozaron una de mis piernas, me han operado tres veces… Los matorrales han destrozado mi cara. Tengo dos cortes profundos y uno de ellos cruza mi cara por completo.
Suspiré, pensando en lo que le pudo haber sucedido, en que esas heridas no eran tan importantes.
-Tengo una cojera un tanto importante, me han dicho que quizás en unos ocho o diez meses pueda volver a andar sin bastón e incluso a volver a conducir, las marcas de la cara son más complicadas, dejarán una huella que seguramente no se pueda borrar.
-¡Mamá, Manuel tiene unas cicatrices chulisimas en la pierna, Pablito dice que parece un robot!- La forma en que mi hija tenía siempre el don de darle a las peores cosas la vuelta para que pareciesen buenas siempre me asombraba.- Despiértate y ya verás mamá.
Saber que estaban allí me emocionaba, mi corazón se partía escuchando la voz de mi pequeña pidiéndome que me despertase. Note como las lágrimas caían por mis sienes. Siiiiiiiiiiii, las notaba. Un pitido agudo empezó a sonar mientras me notaba algo incomodísimo en la garganta. La voz de una mujer me indicó que en un momento me lo habría quitado. Era un respirador. Tenía la boca asombrosamente seca y de mi garganta no salía un solo sonido, pero mis parpados empezaron a abrirse lentamente, los rayos de luz eran como intensos látigos que quemaban mis retinas. Todo estaba borroso, pero poco a poco mi visión se fue aclarando y ya notaba la mano de mi niña entre las mías. Me abrazó con tanta fuerza que casi me ahoga, Marisol vino y se la llevó prometiéndole que volverían en cuanto se tomasen un chocolate.
Volví la cabeza y miré a Manuel, y el intenso azul de sus ojos hizo que ni tan siquiera reparase en las cicatrices de su cara, era el hombre de quien me había enamora, seguía siéndolo con cicatrices o sin ellas. No quería que me besase, mis labios estaban secos y tenia una horrorosa sensación en el paladar, aun así lo hice, llenándomelos de miel. Mi garganta seguía sin poder emitir un solo sonido. Entro un médico por la puerta, me hicieron un montón de pruebas y después se sentó al lado de Manuel.
-Bien, quizás en unas horas no pueda hablar, es normal. Durante dos días seguiremos alimentándole por vena, y después si todo sigue igual de bien, podremos empezar con una dieta blanda. Quizás esté un poco desorientada pero tras casi dos meses en coma es lo que se espera. Cuando tengamos el resultado de las pruebas volveremos y hablaremos de los resultados. Es una alegría poder ver el color de sus ojos, señorita.- Se giró hacia Manuel- Usted no se quede demasiado, debe descansar, esos puntos no deben moverse un milímetro o tendremos que volver a quirófano. Supe entonces que la vida nos había dado una nueva oportunidad y que debíamos aprovecharla al máximo. Una vez fuera del hospital y con nuestros hijos de la mano, supimos que daba igual lo que pasase en nuestra vida, que todo cuanto necesitábamos lo llevábamos agarrado de la mano y dentro de nuestros corazones. Todo lo demás era una gran fachada de hipocresía con la que la gente que tiene su vida vacía intenta llenar sus carencias, esas carencias que no se compran con dinero.

Besos ¡¡¡


19 enero, 2012

CARTA DE AMOR

HOY OS DEJO MI CARTA DE PARTICIPACIÓN EN EL CONCURSO DE CARTAS DE AMOR DE http://astarielle-miblog.blogspot.com/ ES UN POCO ATÍPICA, PERO ESPERO QUE OS GUSTE. BESOS¡¡ 


Para ti, mi corazón:

        Creo que te debía una carta de disculpa por haber dejado que te tratasen tan mal, tan solo por el hecho de que por estar en mi cuerpo eres sensible y a veces débil. Nunca debí permitir que te dieses por completo, que gastases todas tus energías y que contigo arrastrases a autoestima, una gran amiga tuya que suele mantenerte en pie cuando parece que vas a caer. Se que no fui justa contigo cuando me enamoré de la persona inadecuada y te pedí que te entregases por completo a ese amor, se cuanto has llorado y sufrido, por eso entiendo que hoy en día estés aun reconstruyéndote.
      Espero que sepas que a través de esta carta estoy intentando culpabilizarme de haber visto impasiblemente como te hacían pedazos y por alguna razón yo no salía ni en tu defensa ni en la de autoestima. Si, yo también he aprendido que tú, amigo corazón, eres lo más importante, por eso espero que sepas perdonar que aun notando a cada paso como te hacían añicos no saliese en tu defensa y que de una manera absolutamente estúpida te retuviese muy a tu pesar cuando a tu amiga autoestima la pateaban en el suelo. Quizás eso no lo pueda olvidar nunca.
     Mediante este pequeño escrito, te hago la promesa silenciosa de que jamás volveré a dejar que eso ocurra, que cuidaré cada una de las heridas de autoestima y acabará siendo tan fuerte y alegre como lo fue siempre, y que a partir de ahora dejaré que tu profesor Don Sentido Común intervenga más en mis sentimientos. Igualmente, tú que me conoces bien, sabes que ese paso es muy difícil para mí, que no puedo dejar de pensar que algún día llegará el hombre que nos haga felices a todos, y por eso te pido que no te cierres en banda, aunque ahora rechaces la idea, quizás cuando autoestima se recupere las cosas cambien.
     Sigo a tu lado, corazón, siento tu sufrimiento… pero también nos noto cada día más fuertes gracias a autoestima. Pronto entre todos podremos volver a sentir sin miedo, y seremos felices.
       Voy a cuidaros, porque en el fondo sois mi pequeño tesoro y quiero que hoy por hoy gastemos esas energías de recuperación juntos, amando solo a quien nos quiera. No lo dudéis saldremos adelante y seremos cada día más fuertes.

        Os amo. 

16 enero, 2012

LA VALENTÍA ( 3ª PARTE )

Tras la marcha de las dos adolescentes y los dos pequeños con ellas para dar una vuelta por la urbanización, el griterío cesó y dejó paso a la tranquilidad de los adultos. La conversación era muy amena aunque yo estaba un poco absorta, hacía demasiado que no tenía una reunión familiar.
-Como somos unos cuantos ya, y entiendo que las mujeres odien fregar, hemos pensado, Marisol y yo, en que podíamos invitaros a comer todos fuera, hemos hecho la reserva al venir, espero que no os moleste.
-Estaremos encantados de compartir una increíble velada, da igual donde- dijo Manuel.
La conversación siguió su camino, las risas se abrían paso entre las miradas cómplices de Pablo y su mujer y como no de las mías propias con el amor de mi vida. Sin casi darnos cuenta ya habían pasado más de dos horas y casi eran las dos y cuarto del mediodía. El restaurante había sido reservado para las dos y media. Llegaron los niños y las adolescentes. Como no, los pequeños querían ir con las adolescentes, así que se apiñaron en el Mazda. Mi chico y yo nos dirigimos a su coche tras arreglarnos un poco. Hacía muchísimo frío y una intensa niebla lo cubría todo, su espesura era tal, que se volvía tétrica por momentos. Íbamos despacio, calmados, charlando entre nosotros. En apenas un segundo sonó un enorme golpe seco en la parte trasera del coche, las placas de hielo de la carretera  hicieron el resto, recuerdo vagamente el sonido del cortafríos al romperse, y el coche dando vueltas sin parar. La última parte que veo nítida en mi mente es aquella en la que Manuel sale disparado a través del parabrisas, después una oscuridad que aun no deja de acompañarme. Estoy caliente, escucho voces a mi alrededor… pero ¿Por qué demonios no los veo si tengo los ojos abiertos?...
El terror se está apoderando poco a poco de mí, me estoy dando cuenta de que no siento ningún miembro de mi cuerpo. Quiero chillar, pero mis labios permanecen sellados. Escucho un montón de voces desconocidas, pero aun no se si hablan de mi.
-Pasarla inmediatamente a la UCI- Escuchaba decir a un hombre con voz muy autoritaria y tal vez y un poco agobiada. En la lejanía escuchaba como lloraba mi pequeña, y la cariñosa voz de Marisol calmándola. Entre en una especie de estado de histeria, atrapada en mi cuerpo, sin poder expresarme de ningún modo. Intentaba una y otra vez mover las piernas y las manos, pero no daba resultado, tan solo escuchaba como cerca mía dos enfermeras y un enfermero hablaban de mí, una conversación que calificaría de espantosa.
-Esta chica esta muy mal, colócale tú el otro catéter.- Decía una de ellas.
-Espero que pase las primeras veinticuatro horas, sino no se va ha poder hacer nada- Replicó el chico.
-Vamos no seáis cenizos, aun es muy joven, saldrá de esta… vigilar la respiración asistida y que durante las próximas cuarenta y ocho horas no la visite nadie.-dijo una nueva voz.
Cuando se dio esta conversación ya hacía un rato que mi mente había recordado el accidente y por lo tanto di por hecho que estaría en un hospital. Empecé a desesperarme, a querer ver a mi niña, a saber que le había pasado a Manuel… pero mis labios seguían sellados y mis músculos muertos…

12 enero, 2012

LA VALENTÍA ( 2ª PARTE)

Tras apartar mi mejilla de su pecho, le pedí que agachase la cabeza para besarlo lentamente. Ahora su saliva me sabía a honradez, a respeto y sobre todo a hombría, ese tipo de hombría que sabe darle su lugar justo a la sensibilidad. Si, el muchacho que había conseguido conquistado años atrás por su innato atractivo, su físico impoluto y su carisma como persona, había evolucionado de manera que ahora era todo eso, combinado a la perfección con una enorme dosis de sensatez y bondad. Sus enormes manos rodearon mi cintura desplazándome suavemente hacia la pared de la entrada, al pie de las escaleras que subían a las habitaciones. Supe en aquel mismo instante que esa noche haríamos el amor, con todo lo que ello representaba, y que no sería tan solo una sesión de sexo. Mi intuición no me falló, y cuando nuestros cuerpos se encontrados desnudos y abrazados tras una larga serie de caricias y confidencias, mis manos volvieron a enlazar las suyas, con esa certeza inexplicable que a veces tan solo nos brinda la vida por azar. Su presencia en mi vida, había traído algo que nadie ha podido jamás pagar con dinero… la tranquilidad de ser amada. Era imposible no dejarse arrastrar por todo cuanto me hacía sentir, por sus risas, por su manera despreocupada de ver la vida, por la libertad que me hacía sentir a su lado. Cuando nuestros cuerpos sucumbieron ante el sudor y los jadeos, poco a poco el sueño se fue apoderando  de él, y una vez se hubo dormido profundamente, me deslicé silenciosamente hasta el salón con mi diario en la mano, recuerdo mi primera frase: “Soy feliz, y esa felicidad ha matado los viejos fantasmas que me atemorizaban”. Si, seguí escribiendo durante largo rato, sabiendo que a pesar del frío, del temblor de mis manos, del cansancio de mi cuerpo tras ser amoldado por sus dedos, podría llenar mil páginas con tan solo imaginarme sus movimientos, su manera de mirarme, de abrazarme sin que se lo pidiese. Cuando regresé a la cama, apenas se movió levemente para abrazarme por la cintura de espaldas. Recordé a nuestros hijos jugando, la tranquilidad de su hermana, el coraje de no tener que esconder verdades evidentes… y si, decididamente, eso lo había convertido en un verdadero hombre a mis ojos. Su osadía era tan natural que no quedaba duda de que su vida era transparente, tan transparente como sus ojos. Y supe que era un nuevo comienzo para los dos, aunque en realidad éramos cuatro ya. Nos despertó un mensaje en su móvil sobre las once de la mañana, su hermana estaba impaciente por subir con sus hijas y presentarme a su marido. Nos dimos una ducha rápida y nos vestimos ante su inminente llegada. Cuando ví el brillo en los ojos de mi pequeña, supe que la felicidad era exactamente eso, el poder compartir veladas maravillosas con gente que te quiera de verdad. De repente mi solitaria casa, que hasta hacía poco era sombría y triste por todo el daño que en ella se me había producido estaba radiante, como si una gran bola de luz le diese vida propia…

11 enero, 2012

LA VALENTÍA (1ª PARTE)

Cuando sonó el timbre, tuve que respirar varias veces antes de abrir, pero mi pequeña ya se me había adelantado y mirando por el cristal adyacente a la puerta gritaba sin cesar: “¡Mamá es Manuel, y trae a un niño con él! mi extrañeza aun creció más y decidí mira antes de abrir. Era verdad, en la puerta estaba Manuel y un niño de la edad más o menos de mi propia hija, el pequeño era su propio reflejo. Abrí desconcertada la puerta, pero él no se inmutaba y su sonrisa no había perdido el encanto de la última vez. No supimos como saludarnos, así que simplemente agarró mi mano.
-Te presento a mi hijo Pablo.
-Hola Pablo- le saludé agachándome.- ¿Me das un beso?
El pequeño titubeó pero finalmente acabo dándomelo. Mi pequeña ya estaba en brazos de Manuel, mientras el le ofrecía su cara para que lo besase. Finalmente fuimos a por unos cuantos juguetes a la parte de arriba de la casa y los dos niños empezaron a jugar, sus risas llenaban toda la estancia de una esencia especial, con ese olor característico de hogar que siempre me había gustado tanto.
Yo y Manuel, sentados en el sofá, apenas habíamos separado nuestros dedos entrelazados.
-¿Has traído a tu hijo?
-Por supuesto, jamás podría separar a las dos cosas que más amo en este mundo, sería injusto que si formas parte de mi vida no la hagas de la suya.
Quizás fue el detalle más bonito que jamás hubiese esperado, el más íntimo y personal. Era de esos detalles que hablar por si mismos, de manera alta y clara. Disfrutamos de la visión de nuestros hijos jugando, y durante un instante noté como mis ojos se llenaban de estúpidas lágrimas de ilusión, de sentirme de verdad valorada. Apenas habían pasado un par de horas cuando el timbre volvió a sonar, miré a través del cristal y ante mi estaba una chica que jamás había visto hasta aquel momento, o por lo menos no la recordaba. Pensando que sería una vecina abrí la puerta.
-Hola, soy la hermana de Manuel, espero no molestaros.
Me quedé atónita, mis manos y mi cara se helaron. Hacía un horroroso frío aquella noche de Enero, y la hice pasar inmediatamente, avisando al hombre que me hacía tan feliz de la visita inesperada. Su cara se llenó de sorpresa, pero no dejó de sonreír un solo instante. Tras las presentaciones, hice pasar e invité a sentarse a Marisol. La verdad es que la situación se había vuelto muy tensa para mí, pero ellos parecían estar mucho más relajada. Ofrecí algo de beber a la nueva invitada y ella rechazó la invitación, a los pocos minutos estaba en el suelo jugando con los niños, y a pesar de no haber sido presentada oficialmente a mi hija, sabía como se llamaba perfectamente. Miré a los ojos a mi hombre y pensé que jamás había conocido a nadie tan transparente como él en toda mi vida.
-¿Cómo es que has venido hasta aquí Marisol?- Le preguntó su hermano.
-Buenos, ya sabes que mis chicas ya no son unas niñas, saliendo esta noche de marcha y avisándome de que no volverían a dormir y esta noche Pablo trabaja, es mi marido- me aclaró- así que la verdad es que me sentía muy sola y he pensado que quizás os vendría bien que me llevase a los niños esta noche y os los devolviese mañana a mediodía, me encantaría estar con ellos. ¿Qué os parece a vosotros?- preguntó mirando a los niños. Los dos empezaron a dar saltos y a pedirnos por favor que los dejásemos ir, que sería muy divertido. Tras pensarlo un poco y asegurándome Manuel que su hermana era una niñera excelente accedimos, y los tres se marcharon por la puerta, mi hija mochila en mano con el pijama y una muda por si acaso. Quedamos en comer en mi casa todos al día siguiente. Cuando cerré la puerta tras de mi, tras decirle adiós con la mano a los tres ocupantes del Mazda que había justo en la puerta, las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas, haciéndome sentir de un modo en que jamás antes me había sentido.
-No llores que la niña está en las mejores manos posibles. - me dio con su profunda voz.
-No es por eso- le contesté- ¿Cómo sabía tu hermana donde vivía?
-Creo que no te ha quedado claro que ya no soy un niño, que soy un hombre, sin nada que esconder. Yo mismo le dije donde vivías, lo que siento por ti, formas parte de mi vida y para mi es un privilegio que sea así, por ello no solo lo sabe todo el mundo, sino que las personas más importantes en mi vida fueron las primeras en saberlo. ¿Acaso es algo malo estar enamorado?
Sus palabras iban emocionándome cada vez más y mis lágrimas se acabaron convirtiendo en un torbellino imparable. Me abracé a él con fuerza, y por primera vez sentí que de verdad me encontraba ante la máxima expresión de la palabra hombre. Pero la noche aun no había empezado…. Y quedaba mucho por vivir….

Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento o un relato personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.

07 enero, 2012

SONRISAS

Mis manos temblaban mientras me maquillaba, angustiada ante la espera de su regreso. Su última visita había estado cargada de sensaciones y me había dejado un intenso aroma en las manos. Quizás el maldito miedo había vuelto a mi, quizás no estaba acostumbrada a tanta ternura, pero si algo tenía claro era que esa última tarde juntos había dejado un encontronazo de sentimientos muy diversos entre nuestras manos y nuestras miradas, que nuestro abrazo final había sido de una calidez especial y que cada una de nuestras palabras habían sido sinceras. Ahora que él estaba a punto de volver a plantarse ante mi, mis manos sudaban y el corazón se me aceleraba al pensar que en  quizás el no me había echado de menos durante ese corto espacio de tiempo, en que tal vez sus sentidos no habían sido tan intensos como los míos… en que el deseo no se había apoderado de él, de la misma manera que de mi. Supe por primera vez que con él no necesitaba ser amada, sino deseada, pero al mismo tiempo me encantaba levantar el auricular de mi teléfono y que su voz sonase tras el, sabiendo que así yo estaba de algún modo en sus pensamientos y que formaba parte de una pequeña esquina de su vida.
Me sentía inseguro ante el espejo, pero me gustaba lo que veía ya que tan solo reflejaba mi persona, sin fantasmas que me achicasen por detrás, que me hiciesen daño mientras les daba mi alma… no, tan solo era yo, sencillamente, y ahora lo veía más claro que nunca.
Escuché su coche aparcando el la puerta, y me entraron dudas respecto al tipo de saludo que deberíamos darnos. Cuando lo tuve delante estas se disiparon, y le abracé pausadamente, degustando de nuevo ese aroma que lo embriagaba todo, ese perfume que me incitaba a desnudarlo entre mis brazos. El roce de nuestros labios en nuestra última cita había sido rápido y casi imperceptible, pero tenía la certeza de que él también lo había notado, y deseaba estar no equivocada. Jamás podré olvidar su risa, su manera de hacerme reír, la bondad de sus ojos y esa manera tan especial de mirar a la vida de frente, pero esa noche estaba allí porque le deseaba, más allá de nuestras risas y confidencias, de los dulces olores que desprendían nuestros cuerpos, de todo cuanto nos quedaba por decir….