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18 enero, 2011

EL CAMPO DE AMAPOLAS

Este cuento me lo pidió Alejandra Puig, tras el reciente traslado de ciudad de su marido por causas laborales, carpintero de profesión, quiso tener un cuento que le recordase a ella y a su hija todos los valores que él les  inculca y la bondadosa personalidad de su  marido y padre, por eso hice que éste cuento significase algo especial para ella y su única hija Lucía, como un homenaje a la gran persona que es su padre y marido. Besos para los dos.


La pequeña Lucía miraba embelesada a su padre mientras fabricaba sus pequeños muebles de madera, impaciente tras la propuesta de su padre de hacer un pequeño viaje esa misma tarde. A sus apenas 10 años se había convertido en una pequeña muy curiosa y miraba cada una de las situaciones que se le presentaban más cómo un reto que cómo una simple vivencia. 
- Vamos papá, ya no quiero esperar más. 
- Ves junto a tu madre y pregúntale si nos ha preparado algún tipo de comida para pasar el día. ¿Quieres hija?- replicó el padre con una tranquilidad pasmosa ante la insistencia de la poco paciente niña. 
Vió salir a su hija corriendo del taller colindante a la casa, gritando ya desde la misma calle a su madre. Pero su madre ocupada en tender la ropa en la parte de atras de la casa no la escuchaba. 
- Mamá, llevo un rato buscandote- exageró la niña- papá quiere saber si nos has preparado comida para la excursion de esta tarde. 
- Claro que si, pero no andes corriendo de un lado de la casa al otro, porque corriendo no conseguiras que el tiempo vaya más rápido, y quizás si consigas caerte en el camino. 
-Gracias mamá, se lo diré enseguida a papá- contestó la pequeña besando a su madre tras abrazarla. 
La pequeña, sin hacerle demasiado caso a su madre, volvió a recorrer la casa a toda velocidad, esperando que su padre ya hubiese acabado su labor. Lo encontró dentro de casa, lavándose las manos  para partir en el viejo coche familiar. Ambos besaron a la mujer mientras cogían la cesta preparada para sus "reservas de comida" y partieron. La carretera estaba muy seca y la polvareda que levantaba el coche era una espesa nube que apenas dejaba a la niña ver el paisaje que les rodeaba. 
- ¿Dónde vamos papá? venga, dimelo, porfa..- insistia la pequeña ante la sonrisa de su padre- dame una pista...  
- Cuando lleguemos te darás cuenta enseguida cariño, ten paciencia.

Llegaron a la ciudad poco después, y la niña enojada le replicó a su padre. 
- Papá, aqui hemos estado mil veces, esto no es ninguna sorpresa.- sus muecas de enfado despertaban las carcajadas de su padre- a mi no me hace gracia.. me has engañado, me prometistes ir a un sitio especial, lleno de color y no se cuantas cosas mas .. y aqui estamos, en el mismo sitio de siempre.. aqui no hay nada nuevo que ver... 
- Mi niña, a veces, deseamos ver mil lugares sin fijarnos si de verdad hemos observado bien a nuestro alrededor.. porque tal vez en los sitios donde crees haber estado mil veces quedan pequeños lugares por explorar. 
Esa explicación no dejó para nada satisfecha a la niña, que ya de aquellas estaba directamente malhumorada. Bajaron del viejo coche y del maletero su padre sacó una pequeña mesa plegable. se dirigieron a un edificio pequeño y destartalado en medio de la ciudad, del que nunca se había percatado Lucía.Entraron tras el chirriar de unas viejas puertas roidas por la humedad y los gatos nocturnos que les acechaban. tras rebasar el umbral, un grupo de unos diez niños de todas las edades se pusieron a corretear a su alrededor chillando. 
- Papá, estos niños van a ensuciar mi vestido.. diles que me dejen en paz, están sucios...- se quejaba lucía. 
- Vamos hija, tan sólo están contentos por vernos por aqui.. no seas tan desagradecida. 
De entre aquella nube de niños y lloros de bebés salieron dos mujeres, una de ellas de cierta edad, intentando poner orden, la otra mucho más joven, mirando a los niños embelesada. 
- Buenas tardes Sr.Daniel, su presencia honra nuestro pequeño hogar.- la niña se quedó asombrada del respeto que le proferian a su padre en aquel lugar- quizás seria mejor que su pequeña se fuese con Maria hasta el patio exterior.. no lo cree usted? 
- Si, Sra. Isabel, quizás sea lo mejor. 
Lucia notó como una mano muy suave la adentraba en aquella vieja casa y en su oscuridad. llegaron a una sombria habitación donde había unos cinco bebés apilados en otras cicno cunas, durmiendo placidamente. La curiiosidad de Lucia no podía esperar más. 
- Oiga, cuantas familias viven aquí, porque hay muchos niños, demasiados quizás.
- Pequeña, aqui estan todos aquellos niños que han perdido a sus padres por alguna causa en la vida, intentamos que lleven una vida lo mas normal posible, pero al no tener las suficientes ayudas por parte del alcalde, dependemos de la caridad de la gente... y es muy escasa para tantos niños, sinó hubiese sido por tu padre estos bebés no tendrian cunas y ni tan siquiera dispondríamos de mesa para comer, la verdad es que tu padre ha fabricado cada uno de los muebles que tus ojos alcanzan a ver, y sin ningún interés por su parte... es un hombre excepcional. 
La pequeña de repente se sintió miserable por las miles de noches que le había reprochado a su padre que trabajase tanto... porque quizás estaba inmerso en proveer a aquellos niños de una vida un poquito mejor. Mientras se alejaba de su padre, veía como los ojos de aquel tenían una bondad especial en ellos. Antes de llegar al siniestro "parque" de juegos exterior pasaron por una habitación semicerrada donde se adivinaba la figura de una niña con una larga trenza. Lucía se quedó paralizada ante la puerta. 
- ¿Qué le pasa a esa niña?-le pregunto a Maria- ¿Porque está´ahí sola? parece muy triste...- 
- Es Carmen, tiene 11 años y sufrió un accidente de trafico con sus padres, se quedó sola y sus piernas no pueden caminar. 
Lucía, impresionada, cruzó la puerta de la habitación, dejando entrar un poco de luz del pasillo. La otra niña ni se inmutó. estaba mirando fija un cuadro que tenía en la pared. Lucía se acercó lentamente, casi con miedo. 
- ¿Qué miras?- le preguntó. 
- ¿Has visto alguna vez una amapola? 
- Si, muchas veces...¿quién no las conoce?, crecen en todo el valle, por todas partes. 
- Yo jamás las he visto, porque nunca salgo de esta habitación. 
Lucía de repente sintio una sensación horrible que le obligó a salir precipitadamente de la habitación, topandose de frente con su padre que iba a buscarla. El camino de vuelta a casa fué silencioso, cosa poco habitual yendo Lucía en el coche. Cuando llegaron a la cocina, el hombre entrego la cesta vacia a su mujer, y Lucia entendió que su padre había dejado toda la comida para el disfrute de aquellos pequeños. Aquella noche Lucía soño con que los campos de amapolas ya no existían, con sus piernas paralizas, con aquel horroroso cuarto oscuro .. y se despertó con lagrimas en los ojos. Tras levantarse extraordinariamente temprano, fué hasta el taller donde su padre trabajaba incesante. 
-Papá, ¿Podrías hacerle una ventana a la chica que no puede andar? no es tan dificil papá, no tiene luz, seguro que si viese el sol por su ventana no estaría tan triste... por favor, papá. 
El padre, conmovido ante la suplica de su hija, le prometió que aquel mismo dia abriria una ventana en la habitación de Carmen, así que después del desayuno los dos partieron ante el asombro de la madre, que había visto a Lucía coger unos tarros de membrillo casero de la repisa y otros tantos de mermelada. 
El padre trabajó duro mientras abria la ventana pero finalmente consiguio que el sol trapasase aquellos muros y que la habitación de Carmen se iluminase. A la pequeña se le caian las lágrimas, no podia creerse que finalmente el sol entrase en su habitación. Lucía se acercó a la niña, le miro a los ojos y le dijo: 
- Tengo una sorpresa para ti- Lucía salió despavorida ante el asombro de todos... 
Cuando su figura volvió ha aparecer en el umbral de aquella puerta traía en sus manos un gran tiesto con un buen puñado de amapolas, el cual entregó a la niña diciendole: 
- Cuando mi padre pueda fabricarte una silla que se mueva iremos a uno de verdad, pero de momento podras mirar estas amapolas e imaginarte que estás entre ellas... ¿vale? 
A partir de aquel dia Lucía fue constantemente a aquella casa, ayudando en todo cuanto podía y ya nunca dejó de mirar a su alrededor, descubriendo que si miraba con atención siempre habia cosas bellas en las que nunca había reparado.. eso jamás volveria a pasarle. FIN.





Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.

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