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30 diciembre, 2011

LA RECREACIÓN INESPERADA (2ª Y ÚLTIMA PARTE)

… note como sus brazos me enlazan con mucha dificultad y enseguida caí en porque…. Le pedí que parase un segundo la música y corriendo subí las escaleras y me puse los zapatos con más tacón que tenía. Cuando volví a su lado y volvió a enlazarme sentí como en ese momento si que la situación era perfecta. Puse mi mejilla contra su hombro y y el latir de su corazón zarandeaba mi cara haciendo que mis propios latidos se hiciesen evidentes tras la camiseta de mi pijama. Acaricié con mis largas uñas su nuca, entrelazando su pelo en ellas.
-Manuel, no quiero enamorarme de ti…- le susurré sabiendo que en realidad no era  en absoluto lo que pensaba.
-Creo que es demasiado tarde para los dos, llevamos demasiados años recordándonos, esperándonos, deseándonos… y eso debe ser lo que llaman amor ¿no?
Nuestros cuerpos se movían ligeramente y sus manos acariciaban mi espalda. Lentamente nuestras caras fueron deslizándose al unísono y lamimos nuestros  labios con gusto, mirándonos a los ojos. Nuestras manos cayeron a plomo enlazando las del otro. Un intenso calor recorría cada uno de mis sentidos. Aún no podía creerme que él, en la distancia, hubiese estado pensado en lo mismo que yo durante tantos años. Sigilosamente fuimos quitándonos la ropa el uno al otro, salía vapor de nuestra piel, pero el intenso frío no entorpecía cada aliento que nos regalábamos.  Sus estallidos de placer inundaban mis oídos, mientras me susurraba que jamás volvería a perderme de vista y yo a él le gemía que jamás deberíamos habernos perdido de vista. Su afeitado perfecto dibujaba entre las luces y sombras del salón una mandíbula perfectamente perfilada, unos carnosos labios. Las cinco de la mañana, y las mantas cubriéndonos el cuerpo en mitad del estrecho sofá.
-Vete antes de que se levante mi pequeña- le dije sabiendo que lo que más deseaba en aquel momento es que no se fuese jamás.
-Bien, pero no podré estar mucho sin verte, ya no me llega con tu recuerdo…
Le observé mientras se vestía, sus movimientos sutiles, su piel de porcelana, su elegancia… era un absoluto placer que colmaba esa parte voayeur que hay en mi. Besándome largamente le vi alejarse… Deseando ya desde el instante en que arrancó su coche que su vuelta fuese inminente, rápida y apasionada. Descubrí entonces que llevaba horas con una inmensa sonrisa en la boca… la que me provocaba cada una de sus miradas.
Fin.
Besos¡¡ 

29 diciembre, 2011

LA RECREACIÓN INESPERADA

Día de nochebuena. Mi pequeña y yo ante una mesa que aunque escasa a nosotras se nos antoja maravillosa. La cena ha terminado y estamos en el sofá, abrazadas. Son más de las once y media, y el frío ya empieza a congelar las tuberías. El timbre suena sobresaltándonos, seguro que es algún vecino que necesita cualquier cosa. Le pido a mi hija que mire quien es desde la pequeña ventana lateral de la puerta.
-¡Mamá es un chico muy alto!- está emocionada.
Mi corazón se detiene un segundo, pero rápido vuelvo a pensar que será uno de esos vecinos que no conozco. Me acerco a la misma ventana y le veo. Enciendo la luz de la entrada y le pido a mi hija que entre, el frío es demasiado intenso. Su elegante figura, con las manos en los bolsillos y ese aire despreocupado que siempre parece tener, vuelve a sacarme una sonrisa. Le pido que pase. Cuando traspasa el umbral de mi puerta huelo su colonia, la que nunca ha dejado e usar, cacharel clasica. Una vez cierro la puerta, se agacha y roza mi helada mejilla con sus labios. Mi niña esta histérica en el comedor, se siente fascinada por aquel especie de gigante, a sus ojos claro, que acaba de invadir nuestro salón. Hago las presentaciones y el se pone en cuchillas abriendo los brazos, mi pequeña apenas sabe lo que hacer, hace demasiado tiempo que un hombre no permite un abrazo suyo. Se dan unos besos y los ojos de mi pequeña brillan.
-Mamá mira que alta estoy- grita ella entusiasmada, sin saber que esa altura se la proporciona el metro noventa y seis de quien la sostiene.
Finalmente nos sentamos todos, no quiero preguntarle nada, no delante de mi hija, así que nos dedicamos a mirarnos mientras vemos una película de dibujos en la tele. Nuestras miradas desean que pronto mi pequeña caiga rendida por el cansancio pero las horas pasan y eso parece no suceder. Tras unos juegos entre los dos, convenzo a mi pequeña de que es hora de irse a la cama. Son las dos de la mañana. Las luces del árbol se quedan pequeñas al lado de la luz que trasmiten sus ojos azul añil.
Tras asegurarme de que mi niña duerme vuelvo al salón donde la luz principal a sido apagada y tan solo se ve iluminada por las luces del árbol y su presencia, que vuelve a hacer que mi estómago se llene de pequeñas hormigas revoloteando. Ya se ha sentado en el sillón principal, me siento a su lado.
-¿Qué haces aquí una noche como esta?- le pregunto mientras mi voz sigue temblando cada vez que recuerdo nuestro último encuentro.
-Creo que nos debemos algo mutuamente, y ya es hora de que nos lo dediquemos.  
Conociéndolo sabía que podía ser cualquier cosa, pero por mucho que hubiese querido pensar jamás pensé que humanidad y sensibilidad llegase hasta extremos que me sorprendiesen. Saco de su bolsillo un pendrive, colocándolo en la rañura de mi tdt. Estaba totalmente desconcertada por su actitud, pero mi cara lucia una sonrisa constante. El extendió su gran brazo y me ofreció su mano, la agarre suavemente. Estábamos frente a frente, mi cara apenas llegaba a su pecho, y entonces supe lo que estaba pasando. Quince años atrás en esa misma situación, en la que por primera vez pude acariciar con gran esfuerzo su nuca, interrumpieron nuestro baile los cinco acompañantes que me habían puesto para que nadie me molestase. Pero en aquella ocasión era fin de año, yo había salido muy bien acompañada por los chicos de la pandilla, todos increíblemente altos y amables, me cuidaron como una reina. Él esa noche trabajaba en el pub del que era encargado, y allí es donde decidimos acabar la noche la pandilla. Cuando ya no quedaba nadie, él puso una última canción y extendiéndome la mano como en este momento, me había invitado a bailar, pero mis “guardianes” habían aparecido interrumpiendo ese momento. Cuando le dio al play y los primeros compases de Santana empezaron a sonar, me parecía increíble que incluso recordase la canción. Noté como poco a poco mi salón se trasformaba en aquella lejana pista de baile, volví a verme con mi vestido de satén negro y mi pelo perfectamente alisado… y a él con su traje informal gris perla. Agachó su cabeza hasta mi hombro y besándomelo levemente me susurró con su profunda voz: “Tu piel es aun más suave que el precioso vestido que llevas esta noche” y en ese mismo instante supe que iba a realizar una perfecta recreación de todo cuanto sucedió aquella noche, quince años atrás, incluso las mismas frases, los mismos movimientos… pero esta vez nadie nos interrumpiría, y así no quedaría inacabada. Ese era el regalo más maravilloso que podía recibir, pues me demostraba, que al igual que yo no había podido olvidarla. Pero aun quedaban más sorpresas aquella noche…. 

28 diciembre, 2011

SENTIMIENTOS

Hoy he decidido hacer esta nota, para intentar hacerme un bien a mi misma, y dejar ya de llorar por lo que creí que era y en el fondo nunca fué.
Empezaré diciendo que JAMÁS me arrepentiré de haber amado con toda mi alma al que siempre pensé que era el amor de mi vida. Y nunca me arrepentiré  porque le entregué hasta la última gota de mi corazón mientras él no se daba ni cuenta de que a veces las palabras hacen que se vaya desangrando. Quizás sea una de esas estúpidas personas que siempre han creido que el amor era más fuerte que todo, que si amaba con el corazón sería correspondida del mismo modo, sin que nada lograse romper esa union de sentimientos puros. 
Si echo la vista atrás, creo que ningún sentimiento puede ni debe ser cuantificado, si me ofreciesen mil millones por la muerte de mi madre, los rechazaría sin pensarlo un segundo. Pero la muerte llegó a su puerta y me enseñó que la vida era muy corta  y que por eso debía amar sin mesura a quien mi corazón me indicase. 
Y si, lo hice, con cada puto poro de mi piel, con cada pensamiento, y cada centrimetro de mi cuerpo y mi alma. Jamás me arrepentiré de haber soñado con que envejeciamos juntos, con los miles de relatos que le escribí, de cartas de amor, de palabras que salían directamente de mi corazón... Llegado el momento hubiese dado mi vida por él, porque ese tipo de amor solo sabe hasta donde llega quien lo siente. Llegué a hacer cosas que jamás pensé hacer, soñé con cosas que jamás me había propuesto volver ha hacer en mi vida... tres años dan para mucho amor, en una persona como yo, tres años llevan a una entrega total. 
Cuando ese amor, el que siempre defendí por encima de todas las cosas, se volvió cuantificable supe que quizás no todo el mundo tenía el mismo sentido del amor que yo. Pero me considero absolutamente afortunada de ser asi, de que no sea capaz de cuantificar una cosa tan importante como el amor. He llorado tanto, que  me he llegado a quedar sin lágrimas.. y sigo llorando, de la pena que me da ver que esa persona jamás fué consciente de cuanto llegué a amarlo. Hoy, tres meses después, sé que cada buen recuerdo llena los malos, que siempre hice lo que me dictaba el corazón... y de que a pesar de todo, nunca me arrepentiré. Seguiré siendo así, dándome al cien por cien cuando crea en alguien ciegamente, tal y como creí en él. Ojalá se hubiese dado cuenta. Hoy me he dado cuenta, de que necesitaba alzar la voz y decirlo, porque  mi sufrimiento, a pesar de todo... valió la pena y jamás me arrepentiré de ello. Soy asi, y espero seguir siendolo por mucho tiempo, pues el corazón es lo que nos distingue a unos de otros. Besos.

20 diciembre, 2011

CARTA A MARÍA, EN CONTESTACIÓN A LA SUYA

Tal y como dije ayer, voy a contestar a la carta de María, por que se merece una respuesta y porque me da la gana, ya estoy un pelin cansada de unas cuantas cosas en las que parece que nadie repara… entre ellas, que el mismo maltrato al que somos sometidas las personas adultas lo viven los niños, que a mi manera de ver, finalmente son los más perjudicados, ya que no tienen manera de defenderse.

Pequeña Maria:

Siento en el alma que hayas tenido que ver semejante espectáculo, y realmente no sabría como consolarte en estos momentos. Tan solo intentaré, aunque no se si lo conseguiré, explicarte lo que a veces se da en el mundo de los adultos.
Ante todo, me gustaría que pensases que hay hombres buenos en el mundo, y mujeres no tan buenas, porque la violencia no es cuestión de sexo, sino de malicia. También es verdad que los que suelen agredir más a menudo son los hombres, porque así se creen más importantes, cuando lo que hacen es que el príncipe descuento se vuelva Sapo. Estoy segura de que pronto tu mamá recibirá el suficiente coraje con para denunciar a esa especie de monstruo del armario que vive con vosotras, y te aseguro que en cuanto se haya ido, en vuestra casa ya no habrá más gritos ni insultos, nadie pegará a nadie.. eso si, posiblemente tendrás que echarle una mano a mamá, porque seguramente aún llora durante una larga temporada, porque ese tipo de cosas nos pasan a las mujeres que amamos con toda el alma. Mi pequeña, jamás dejes que una sola persona te haga creer que el mundo es así, porque no lo es. Normalmente esta lleno de gente maravillosa, que aprecia el amor que sentimos por ellos, por eso siempre debes de amar de manera pura y dándole tu corazón a la gente que te quiere sin pararte antes a pensar en otras cosas. Hay gente, la menos por cierto, que se sienten más poderosos e importante cuando maltratan a alguien, aunque la única verdad es que son unos pobres cobardes miserables que no tiene narices de darle la cara a la vida, y por eso necesitan pegar… porque no tiene nada más que valga la pena. Pero si cuando seas mayor te enamoras por desgracia de una persona así, nunca te arrepientas, pues a ti siempre te quedará la satisfacción de haberle amado y a el mucha mierda en la conciencia. Por último recordarte que eres una niña, que jamás un niño/a debería de pasar por eso, y que el castigo para quien se lo hiciese pasar sería que Dios le cortase las manos para que nunca más pudiese hacerlo. Así que, creo que lo que tu mamá necesita en estos momentos son tus besos y abrazos, ese será su mejor regalo, pues seguro que la persona que le pega nunca a sabido darle nada de eso, ya que a esa gente tan solo le interesa el poder, el dinero y mil cosas superfluas con las que llenar sus patéticas vidas vacías… Recuerda siempre que cuando tu madre te abrace, será con un amor profundo, de esos que no tienen precio y que con un poco de suerte pronto estaréis solas y la casa volverá a llenarse de risas y juegos, sin necesidad de nada más, pues a quien le falta algo siempre es al monstruo... el corazón.
Nunca dejes de soñar, pequeña, y talvez tus sueños acaben haciéndose realidad, porque tu eres la princesa y él, el troll... y los malos siempre acaban perdiendo.
Besos.

13 diciembre, 2011

La canción silenciosa EL FINAL

(..) Mientras el ruido de la moto aún se escuchaba levemente, Ana iba su habitación ha ponerse el pijama, sin dejar de pensar en todo cuanto había sucedido aquella alargada tarde. Dos portales más allá, Lorena aun estaba estupefacta de la valiente reacción del que ya oficialmente era su novio.
Los chicos llegaron a una cafetería cuatro manzanas más lejos, y se sentaron en una mesa. Javier estaba como perdido, no hablaba, y no dejaba de mover el cuello hacia los lados.
-¿Qué ha pasado?- Le preguntó Marcos-¿Tan mal ha ido?
-Al revés tío, no se que me pasa con esa chica…
-Pues que te gusta con locura. ¿Eso no es tan raro sabes? ¿Que pasa que nunca te habías enamorado de nadie?
-Pues no, la verdad es que ella es diferente a todas las demás. Es como si sus ojos me volviesen tonto, no dejo de pensar en ella.
-¿Y ella que piensa?- Le preguntó Marcos deseando que la respuesta fuese buena.
-Creo que piensa lo mismo que yo. Hace unos días me parecía la tía más borde del insti, y ahora no puedo olvidarme de ella. Me estoy volviendo loco, tío.
Marcos rió  con ganas, nunca había visto así a Javier y le parecía increíble que un tipo tan seguro de si mismo como el tuviese las manos temblorosas por una chica. La conversación siguió en tono bajo y lento, como una confidencia. Sonó un mensaje en el móvil de Marcos: “Me haces muy feliz”. El sonrió y le contestó rápidamente con un simple “Idem”.
El día siguiente era día de instituto e irremediablemente allí se encontrarían los cuatro.
Tras una larga charla de confesiones intimas entre los dos muchachos, se fueron a dormir.
Cuando el sol empezaba a salir las chicas estaban más nerviosas de lo normal, pero ellos tampoco estaban lo que se dice tranquilos.
-Mamá- le dijo Ana a su madre- estoy saliendo con Javier,  creo.
Tan solo una taza de caco caliente las separaba.
-Bien, hija. Se nota que ese chico te gusta mucho, espero conocerlo pronto.
El telefonillo de la puerta sonó, Lorena ya la esperaba abajo. Las amigas se dieron la mano de camino al instituto. Ana no dejaba de temblar. En la puerta ya estaba Marcos, con las carpetas en la mano. Recibió con un beso a su novia y dos a su amiga. Faltaban apenas cinco minutos para que sonase el timbre de entrada y aunque ninguno de ellos decía nada, todos temían que Javier finalmente se hubiese “rajado” y no acudiese a clase. El bullicio de los adolescentes pasando al centro iban desolando el alma de Ana que llegó incluso a pensar que tal vez tan solo había sido una más de su lista larga de conquistas. Se dio la vuelta para entrar definitivamente al centro, sus amigos iban un poco más adelantados. El sonido del claxon de una moto la paralizó. Se dio la vuelta lentamente. Si, él estaba allí, con el casco en la mano, ya aparcado. Bajándose de la moto se acercó a ella lentamente y suavemente, cogiéndola por la cintura. Pareció que todo el instituto les observaba durante su apasionado beso. Pero mirándose a los ojos ellos mismo se dieron cuenta de que aunque tenían una edad difícil, les unía algo que tan solo se siente una vez en la vida.
La otra pareja sonrió en la distancia, avisándoles de que llegarían tarde a la clase. Los cuatro se encaminaron hacia ella, y a pesar de no saber que les depararía el futuro, decidieron vivir aquella aventura como la única de sus vidas, con la certeza de que jamás la olvidarían.

                                                 FIN 


Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento o un relato personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.

08 diciembre, 2011

La canción silenciosa 7ª y penúltima parte

(…) Mientras Ana y Javier, acariciaban mutuamente sus lenguas en el parque, Lorena y Marcos ya se dado cuenta de su ausencia y habían terminado su partida de billar. Se sentaron en la misma mesa que habían estado antes. Sus manos seguían enlazadas, y su conversación era suave y dulce.
-¿Solo soy una más para ti?- Le preguntó Lorena.
-¿Cómo?- Se sorprendió el pobre Marcos- Yo no soy de esos y tú tampoco eres de esas. Creía que oficialmente ya podíamos darnos a conocer como pareja… o quizás tú no estés preparada.
La chica notó como sus mejillas volvían a teñirse de fuego ante la sincera y limpia mirada de aquel muchacho que luchaba contra sus propios miedos al decir esas palabras. Quizás ya lo habían rechazado demasiadas veces. El silencio se hizo incómodo, pero necesario.
-Claro que podemos darlo a conocer, en el fondo eres mi novio ¿No?
Tras respirar profundamente, Marcos respondió con una temblorosa voz.
-Es justo lo que yo quería decir… pero me ha encantado escuchar como lo decías tú.
Se besaron por primera vez en público, lentamente, saboreándolo… hasta que una inmensa mano golpeó el hombro de Marcos.
-He, tú… pringao, ¿Dónde está Javier?
-No lo se, se ha largado.
-¿Ahora te has echado novia o es para ver si mojas de una vez…?- se oyeron las risotadas de aquellos orangutanes en toda la sala, Lorena empezó a sentirse realmente incómoda, no  sabía como reaccionaria ante aquella situación una persona como Marcos, tan sereno, tan tímido y callado.
-Que pasa- respondió- ¿Que esta mañana te has contado los músculos y te faltaba alguno? Mira a ver si es el del cerebro… porque el de tu entrepierna hace tiempo que dejo de respirar, gilipollas.
La cara de imbécil que se le quedo al otro tipo no tenía precio. El recién estrenado novio de Lorena se vio agarrado fuertemente por las solapas. Pero no bajaba la mirada. La chica empezó a sentir verdaderamente miedo ante la idea de que le pegasen, sintiendo que parecía que nadie acudía a ayudarlos. Los demás orangutanes le recordaron al envalentonado que si aparecía Javier las cosas podían ponerse feas, y este soltó de inmediato las solapas del chico. La pareja decidió irse de allí, además ya se estaba haciendo de noche. Fueron paseando hasta el portal de ella y desde allí vieron como sus amigos estaban en la puerta de entrada al portal de ella, besándose apasionadamente. Los cuatro cruzaron sus miradas, sonriendo.
-Espera que te llevo a casa en moto, Marcos- Le gritó Javier.
A las chicas les sonó a una mala excusa para poder ir a tomarse algo y hablar. Se despidieron con un beso y las chicas entraron en sus respectivos portales. En menos de cinco minutos ya estaban al teléfono, contándose lo sucedido. El ruido lejano de la moto de Javier confirmaba sus sospechas, se habían ido a hablar y no a casa. Aquella noche las estrellas brillaron mas que nunca y cada uno de ellos mantenía el sabor de la saliva del otro en su boca.

Besos ¡¡¡ 


Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento o un relato personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.

30 noviembre, 2011

EL DULCE SABOR DEL AZÚCAR

AVISO: SOLO MAYORES DE 18 AÑOS. GRACIAS .¡¡¡ ESTA NOTA LA HAGO ESPECIALMENTE PARA RAQUEL, GRACE Y ANTONIO... QUE ME "INVITARON" A HACERLA ... ESPERO QUE OS GUSTE MUCHO A TODOS/AS.. YA ME CONTARÉIS ¡¡ 

Nunca había podido olvidarme de él, de su intensa mirada azul y su provocativo cuerpo. Cuando su metro noventa y seis volvió a plantarse ante mi, volví  a sentir ese deseo irremediable que siempre me inundaba en nuestros recuerdos conjuntos pasados. A pesar de haber pasado más de diez años, el seguía tan interesante y sexy como siempre. Estábamos allí, entre medio de más gente, que nos hablaba, que llamaban nuestra atención, pero nuestros ojos de dejaban de buscarse. Hacía mucho tiempo que no escuchaba tantas y tan sanas risotadas a mi alrededor, incluyendo las mías propias. Mi cuerpo luchaba contra mis irremediables ganas de verlo desnudo, imaginándomelo de nuevo entre las aguas del riachuelo en el que por tan solo las caricias de sus grandes y suaves manos en mi espalda, había sentido mi primer orgasmo.
Me escapé un segundo al garaje, la humedad que sentía entre mis piernas era terriblemente turbadora. En apenas unos minutos su inmensa figura estaba frente a mi, y su mirada iluminaba toda la estancia. Sus cuidados músculos, hacían que mi vagina no dejase de contraerse sola, una y mil veces. Vino hasta mi en silencio, las palabras entre nosotros sobraban, y me subió a la lavadora.
Empezamos a mordernos los labios ansiosamente, y mientras mis pezones eran aprisionados bajos sus manos las mías recorrían su espalda lisa y suave, tan perfecta como la recordaba. Notaba su excitación a través de sus pantalones, y aún me hacía perder el control rápidamente, mientras observaba morbosa como él mismo no podía controlarse. Una voz me llamaba desde lejos, respondí a duras penas, intentando disimular mi acelerada respiración. Debíamos volver al salón antes de que se diesen cuenta de nuestra sospechosa ausencia.
-¿Sabes cuantos años llevo deseando volver a morder tus labios?- me susurró desafiante.
-Los mismos que yo llevo esperando que inundes mi cama- le contesté.
Siempre habíamos sabido como tentarnos, y era algo que nos encantaba. Salí del garaje temiendo que la inundación de flujo que tenía llegase a mojar mis pantalones, pero confiaba en que el jersey que llevaba puesto podría disimularlo. Llegué al salón con las bebidas y sus risas volvieron a llenarme de felicidad. El llegó tardó más en llegar, lo suyo era más difícil de disimular. El tiempo iba pasando y la madrugada nos engullía sin compasión, el cansancio se empezaba a dejar notar. Entonces el se recostó sobre mi, que estaba tapada con una manta y mientras la conversación y los viejos recuerdos seguían llenando la estancia, noté como deslizaba una de sus manos bajo la manta ye intentaba acariciarme el clítoris. Con disimulos entreabrí mis piernas, fijándome pícaramente en que nadie se había percatado de lo debajo de aquella manta estaba sucediendo. Al poco supe que tenía que controlar mi respiración o acabaría gimiendo. Todos achacaron mi actitud “distraída” al cansancio, y decidieron irme. Manuel parecía haberse quedado dormido en el sofá. Cuando todos se hubieron ido, el ya estaba de pie, los dos sabíamos como “despejar el ambiente”. Le quite inmediatamente la ropa, su cuerpo seguía pareciéndome el de un nadador, tan suave, tan esbelto. El me quitó la mía dejándose llevar por sus instintos. Su falo entre mis manos se me hacía inmenso, apetecible… y ese olor que desprendía su piel a azúcar moreno mientras mi lengua descendía hacia él, era un placer no experimentado en muchos años. El brillo de su pelo y su mirada de deseo mientras lo lamía aun me excitaba más. Tirándome sobre el sofá cayó entre mis piernas y su pene se acopló a mi cuerpo a la perfección, un primer orgasmo me sacudió, pero ambos queríamos mucho más. Su piel limpia y suave, me invitaba a no dejar de lamerle entre gemidos, aunque los suyos eran absolutamente escandalosos. Quería que cada parte de mi cuerpo la hiciese suya, que sus ojos intensos traspasasen mis entrañas y me recordasen hasta el último segundo lo que era el placer infinito. Y a cada penetración suya mi vagina quería quedarse con él dentro. Nos mirábamos a los ojos, nos mordíamos los labios, besaba mis pechos y yo acariciaba su culo. Cuando su semen me invadió, supe que el placer solo se da y se obtiene cuando las dos personas tienen el mismo nivel de deseo, la misma idea del erotismo.
-Ha valido la pena esperar casi quince años para tenerte…- me dijo.
-Siempre he sabido que nunca podría desear a nadie como a ti.
Observar como se dormía acariciándome las manos, y dormirme con la cara pegada a su espalda es cuanto había imaginado... Todo un placer. Besos ¡¡

24 noviembre, 2011

La canción silenciosa 6ª Parte.

(…) Mientras el agua caliente recorría lentamente el cuerpo de Ana, a escasos metros su amiga Lorena ya se había duchado y vestido. Unos simples vaqueros y una camiseta azul marino En la que se podía leer la insignia: “Si me quieres, no me chilles”. Siempre había sido muy solidaria ante las injusticias. Ahora Lorena se encontraba frente al espejo, su gran enemigo. Volvieron a su mente viejas dudas, viejos complejos… pero con una valentía increíble se recogió el pelo en una simple coleta y se sintió un poco más libre. Apenas se puso un poco de brillo en los labios y rimel en las pestañas. Para ella ya era suficiente.
En cambio Ana, mientras se secaba, aun no había decidido que ponerse, ni tan siquiera sabía que hacer con su pelo. Se encontró más insegura que nunca, como si tuviese ocho años de nuevo. Miró y remiró en su armario, las nubes parecian ir desapareciendo y no hacía nada de frío. Finalmente y desesperada por su propia incapacidad de decidirse acudió a quien siempre lo hacia:
-Mamá, ¿Puedes ayudarme a elegir algo que ponerme?- Gritó desde su habitación.
En apenas unos minutos Rosana ya estaba a su lado, sonriendo al ver a su hija tan nerviosa, nunca la había visto igual.
-Vamos hija, escojamos modelito.
La madre empezó a trastear en el armario, mientras la chica se mordía las uñas sentada sobre la cama. Tras unos minutos su madre se dio la vuelta y le entregó lo que a ella mejor le parecía. Una falda vaquera con unos bordados color plata y una camiseta que dejaba entrever su ombligo. Como complemento una chaqueta color plateado comprada en Zara. La joven seguía muy nerviosa.
-¿Mamá esa falda no me hará el culo  muy gordo?
-Si lo tuvieses quizás si, pero tienes un culo perfecto. Venga déjate de indecisiones y vístete que es muy tarde, son más de las cinco y media y me habías dicho que la cita era a las seis…
-Madre mía mama, que hago con mi pelo.- A Ana casi se le saltaban las lágrimas de los mismos nervios.
-No te preocupes, una bonita trenza dejará que se te vea bien la cara.
Ana sonrió, su madre siempre tenía soluciones de emergencia para todo. Mientras ella se vestía sonó el timbre, Lorena ya estaba preparada.
A unos trescientos metros, Javier terminaba de afeitarse. Aquel día había tardado más que de costumbre, quería estar perfecto. Se vistió rápidamente con unos tejanos oscuros y una sudadera color cobalto que le favorecía mucho, aun así él también se sentía indeciso por primera vez. Por último cogió su colonia preferida y se roció un poco. Si, el pelo estaba perfecto, el afeitado perfecto… pero el demasiado nervioso como para verlo así. Salió de casa en busca de su amigo Marcos, que contrariamente a todos ellos, se había duchado, pero no se había afeitado ni puesto gomina e iba vestido con unos simples tejanos y una camiseta. Sorprendentemente, parecía el más tranquilo de todos. Los chicos tomaron rumbo hacia la cafetería.
Ana finalmente siguió los consejos de su madre y maquillándose ligeramente, aunque  más que Lorena, buscó su perfume en el bolso y roció a su amiga con él antes de echarse ella misma. El tono marrón de sus labios, hacían que Ana resultase muy atractiva. Salieron de casa de Ana con aquellos preciosos pero incómodos zapatos de tacón que ambas odiaron haberse puesto. De camino a la cafetería ninguna de ellas era capaz de articular palabra. A tres metros de la cristalera de la cafetería y tras ver a los chicos sentados en una mesa, Ana hizo el amago de salir corriendo. Lorena la sujetó fuerte por el brazo y en ese pequeño intervalo de tiempo los chicos las saludaron desde dentro. Ya no había manera de echarse atrás. Cruzar aquellas puertas de cristal supusieron para Ana uno de los peores momentos de su vida. Los chicos se levantaron y entre todos se repartieron los besos de rigor. El bullicio de la cafetería hacia que el silencio de la mesa no fuese tan incómodo.
-¿Qué queréis tomar?- dijo finalmente Javier.
- Yo, una Pepsi- contestó rápida Lorena mientras notaba como Marcos le cogía la mano por debajo de la mesa.
-Yo otra- Dijo Ana, con la mirada fija en la mesa. Aún no se había atrevido a mirarle a los ojos.
El pedido llegó pronto, y los vasos se llenaron rápido. Marcos le propuso a Lorena jugar una partida de billar, en ese momento la sala donde se jugaba estaba desocupada, ty así tendrían más intimidad. Ana quiso matarlo por un segundo, pero aun le entraron más ganas de estrangular a su amiga cuando le dijo que si. En cuanto que se fueron aparecieron la típicas niñatas para saludara Javier, y por primera vez el se sintió molesto. En cuanto ellas se fueron la voz de Ana empezó a sonar lentamente:
-Quería pedirte disculpas por mi comportamiento de ayer. No es que no piense lo que te dije, pero creo que no fueron las formas.- Seguía con la mirada fija en el vaso.
La mano de él le levantó la cara suavemente empujándole la barbilla con ternura.
-¿Pedirme disculpas tu a mi? Creo que aquí el único tonto he sido yo, es más, estoy de acuerdo contigo en todo lo que me dijiste. Me pasa una cosa muy especial contigo….- las niñatas volvieron e interrumpieron a Javier, Ana suspiro aliviada, le asustaba lo que podía seguir en esa frase. Cuando volvieron a irse, y los refrescos tan solo habían sido consumidos a la mitad, Javier se levantó bruscamente de su asiento y acercándose a la barra pagó las consumiciones de los cuatro, tras lo cual volvió rápidamente a la mesa y cogiendo a Ana de la mano la saco del local. Ella estaba absolutamente encantada de sentir los dedos de él  entre los suyos, y sin darse cuenta se los acarició.  El la miró fijamente y sin decir una palabra más se la llevó al parque donde le habían organizado la cuita a Lorena y marcos. Se sentaron en un banco mientras sus manos inexplicablemente seguían unidas.
- No he podido dejar de pensar en ti, no se porque, pero cuando te veo siento cosas que jamás antes había sentido- Javier tragó saliva para poder continuar- Me encantan tus ojos, bueno a decir verdad, me encanta tu todo… Sus caras iban acercándose con una lentitud agónica, sin dejar de mirarse a los ojos. Cuando finalmente sus labios se encontraron, Ana sintió como si una brisa de aire fresco le diese mucha más vida y Javier deseo en silencio quedarse en su boca para siempre. Sus lenguas se buscaban imprecisas en lo que se convirtió en un beso eterno, amoroso y apasionado. Tras besarse, Javier sorprendido observó lágrimas en la cara de Ana, y asustado le dijo:
-Quizás me he dejado llevar y me he pasado…
-No, son de felicidad.- le contestó ella- Estoy enamorada de ti.

La canción silenciosa 5ª Parte.

Mañana la gran cita.. no os la perdáis ¡¡ besitos ¡¡¡


(…) A las doce de la mañana, sonó insistentemente el timbre de casa de Ana, era Raquel, otra de las chicas del grupo. Rosana le informó de que aún no se habían levantado. Y Raquel quedó en llamar las más tarde por teléfono. En ese momento la madre subió sigilosamente las escaleras y observó a las dos niñas, parecían absolutamente angelicales allí tumbadas. Queriendo retirar la bandeja del día anterior, Rosana golpeó la tazas entre si, despertando a las dos adolescentes. Lorena enseguida preguntó la hora que era y al saber que se le había hecho tarde salió escopeteada de la casa, pues los domingos solía ir a comer a casa de sus abuelos, en las afueras. Ana se desperezó lentamente y le pidió a su madre un abrazó,. Siempre le había encantado que la abrazasen por la mañana. Le dijo que a su madre que a esas ya no desayunaría que prefería esperar a la comida directamente. Rosana volvió a bajar al piso de abajo, quería preparar la masa para hacer pizza casera, a sabiendas de que a su hija le encantaba su pizza casera.
Mientras Rosana escuchaba como su hija trasteaba en el piso de arriba, imaginaba que estaría poniéndolo todo patas arriba, como siempre, buscando la ropa ideal. Pero cuando acudió a llamarla para decirle que la pizza ya casi estaba se llevó la sorpresa más monumental de su vida la comprobar que todo aquel ajetreo se debía a que su hija había estado ordenando de arriba abajo toda la habitación, y limpiando hasta la última esquina. Aquellas cosas desarmaban a Rosana.
Una vez las dos en la cocina y ya con la deliciosa pizza casera sobre la mesa, se inició la conversación:
-Mamá, me encanta esta pizza, nadie las hace como tu.- Le dijo la chica con cariño.
-Que exagerada eres Ana- Sonrió la madre.
-Mama…. Hoy he quedado con un chico, pero es que ayer metí un poco la pata…
-¿Con quien? ¿Lo conozco?
-Bueno si, es Javier, el chico que juega al fútbol…
-Es muy guapo, aunque me parece algo ligón- rió la madre.
-Ya también me lo parecía a mí pero es que creo que solo lo parece mama. Ayer pensando que cambiaba de equipo y se iba a otra ciudad le dije todo lo que pensaba de él, me pase un montón…
-¿En que sentido?-Preguntó Rosana intrigada.
-Bueno le dije todo l oque pensaba de él, lo bueno y lo malo. Y lo peor fue cuando me dijo que tan solo se iba un fin de semana y que después se quedaría en el insti…
-¿Es que también tienes cosas buenas que decirle? Vamos, cuéntaselas a tu madre…
-Bueno mamá- Dijo Ana sonrojándose- es que creo que me gusta mucho, pero no me di cuenta hasta el otro día, y fue casi sin querer. Y todo porque me rozó la mano. Pero ahora después de todo lo que le he dicho no se si voy a ser capaz de mirarle a la cara….
-¿No crees que sería peor dejarlo tirado mientras el te espera? A mi me dolería más.
-Ya lo sé mamá, pero me siento tan avergonzada ¡¡¡ Igualmente Lorena me acompañará.  Anda si no te lo he contado. Ella y Marcos, El chico ese tan calladito que saca tan buenas notas, están saliendo juntos. Marcos y Javier son muy amigos.
-Pues tú no te preocupes hija, ves tranquila y lo que tenga que pasar pasará. Me gusta ese chico para Lorena, se ve muy buen chico, muy tranquilo….
A partir de ese momento la conversación giró en torno a Lorena y su recién estrenada relación. Entre risas y confidencias llegaron las cuatro de la tarde, saliendo escopeteada hacia la ducha, pensando en su tan confusa cita. Cuando Ana ya estaba en la ducha, escuchó un sms en el móvil. Era de Lorena. Las dos estaban muy nerviosas ante la cita más importante de su vida. Empezaba a nublarse la tarde, pero en sus corazones un radiante sol en sus almas. Su ilusión estaba máxima tensión. 

21 noviembre, 2011

UNA NAVIDAD DE PERROS

HE ESCRITO ESTE CUENTO A PETICIÓN ESPECIAL DE RAQUEL Y LOLY LAS ADMINISTRADORAS DE  http://cursospeluqueriacanina.over-blog.es/ , OS RECOMIENDO EL BLOG ANTE CUALQUIER DUDA EN EL CUIDADO DE VUESTROS PERROS, OS SERÁ DE GRAN AYUDA. ESPERO QUE OS GUSTE. BESOS¡¡ 


http://cursospeluqueriacanina.over-blog.es/

Hola a todos/as, antes de contaros mi historia, me gustaría hablaros un poco de mis orígenes. Siempre he estado orgulloso de ellos y seria injusto no hacerlo, quizás así de paso también entenderéis mejor todo cuanto aconteció en mi vida va ha hacer ahora un par de meses.
Nací en el seno de una familia donde la lealtad y el honor eran una marca de nacimiento. Mis bisabuelos habían servido en las mejores casas de la ciudad hasta su misma muerte. Su trabajo incansable y su innegable casta les habían valido tanto a ellos como a mis propios padres una reputación más que merecida. Siempre habían sabido comportarse en todo tipo de situaciones, siendo luchadores y fieles en las más peligrosas y cariñosos y protectores cuando así se les requería. Si, esa es mi familia y estoy orgulloso de ella. Estas cualidades han persistido durante generaciones, incluso considero que yo mismo las tengo, quizás suene un poco osado, pero no creo que sea el momento de ser modesto.
Bien, ya basta de hablar de mi familia. Me llamo Boris, tengo tres años y medio, y puedo decir con orgullo que soy un boxer pura raza. Mi pelo es negro como el azabache, así por alguna razón que siempre les he parecido atractivo a las féminas. Cuando nací, la dueña de mi madre, mujer cariñosa y generosa, decidió que yo me fuese con su hija, que había tomado la más que discutible decisión de irse a vivir con su novio, un tal José que tenía más cara de perro que yo mismo. Igualmente la decisión no me molestó en absoluto, porque quería a Patricia con toda mi alma, y ser su compañero de piso me enorgullecía. Los primeros meses fueron más o menos bien, hasta que él empezó a tener la mala costumbre de gritar y darme patadas cuando lo hacía. Estuve a punto de perder los estribos varias veces, pero nunca quise perder las formas. Ví llorar muchas noches a mi amita, en soledad, cuando tan solo yo y ella estábamos en aquel frío salón, en silencio. A pesar de saber que tenía una amarga tristeza en su corazón jamás dejó de acariciarme y yo de lamerla, para que  nunca se sintiese sola. Una de aquellas noches en las que él venia borracho de alcohol y violencia, vi como la golpeaba con fuerza y sin pensármelo dos veces me lancé a su cuello. El tipejo logro zafarse de mí y seguir golpeándola mientras estaba en el suelo. . Entonces mordí con todas mis fuerzas su pierna, desgarrándosela. Y él, con la misma navaja con la que hería a mi pequeña ama, me hirió en la pata derecha. La policía no tardo en llegar, yo estaba furioso, aquel loco había hecho mucho daño a mi querida Patricia. Tan solo recuerdo despertarme en una celda para animales, creo que las llaman jaulas para disimular. Escuché a dos tipos hablando sobre mí:
-Este animal es de raza peligrosa y es violento, habrá que sacrificarlo.
¿Qué yo era que? ¿Violento y peligroso? Y, entonces ¿como era el tipo que quería matar a mi joven amita? ¿No era él un animal violento y peligroso? ¿A él también lo sacrificarían? No entendía nada, por intentar defender a mi querida Patricia me calificaban de violento y peligroso, y debía ser sacrificado. ¿Qué se esperaba de mí?
Pasé toda la noche en aquella celda, pensando en como estaría mi querida niña. El guarda de noche tenía puesta la radio y de esa manera fue como me enteré de su muerte a manos de aquel salvaje. ¿Quién era el animal ahora? la tristeza que se apoderó de mi me hacía gemir en silencio, con el corazón roto. Por la mañana a primera hora, un tipo con cara de pocos escrúpulos se acercó a mi celda y me dijo: “Chaval te queda muy poco”. Yo seguía buscando una salida a aquella situación, y mientras la buscaba ella llegó a mi. El tontarrón que se creía muy listo dejó un momento mi celda abierta mientras iba a atender la puerta. Era mi única oportunidad, así que salí de allí como un rayo y escapé por una ventana abierta. Notar de nuevo el aire en mi cara me daba fuerzas para correr como si fuese un gamo. Al poco rato ya estaba muy lejos de allí, pero la tristeza seguía inundándome por momentos. Finalmente no pude salvarla, por muchos intentos que hice.Quizás debí desgarrarle  la yugular a aquel tipo. Anduve sin rumbo durante horas, total no tenía rumbo fijo ni me conocía aquella parte de la ciudad. Empezó a anochecer lentamente y el frío cada vez era más intenso. De repente, al pasar delante de un callejón estrecho muy oscuro escuché unas voces caninas que salían de él. Decidí acercarme a ellos y preguntarles donde estaba. Mi lengua ya pedía a gritos un poco de agua. Cuando me acerqué más ellos pude ver que eran cuatro: Un mastín napolitano con cara de pocos amigos llamado Chester, Un Setter inglés muy elegante llamado Sutton,  Un Sharpei de cara indefinible pero sin duda bondadosa llamado Luca y un Shnauzer llamado Jagguer. Todos ellos me acogieron con gran simpatía.
-Pasa amigo, - me dijo con voz profunda e intensa Chester- pronto llegará la cena, en cuanto cierren ese restaurante de ahí delante. Entonces podrás mover el bigote.
Me relaje y tumbé, estaba demasiado cansado como para mantener una conversación racional y así se lo expliqué, quedaron en avisarme cuando la cena ya hubiese salido. Cabeceé un rato mientras ellos continuaban contándose sus batallitas. Me había fijado que todos ellos llevaban marcas de peleas o quizás hubiesen sido provocadas en muchos casos por esos otros animales llamados personas. Al poco un delicioso olor llegó hasta mi hocico, tenía un hambre canina, nunca mejor dicho. Escuché como un cartón se movía tras de mí y me puse en guardia.
-No te preocupes amigo, es Duquesa, la dama del grupo.- Me dijo el elegante Sutton.
Me acerque lentamente y metí el hocico poco a poco entre aquellos cartones hasta que logré ver ante mis los ojos más hermosos que jamás había visto. Apenas de que tan solo podía verla a través de los rayos de la luna pude distinguir perfectamente que se trataba de una preciosa Cocker-Spaniel raza pequeña de un color dorado que me deslumbraba. Tapó sus ojos con sus largas y preciosas orejas, aun no se si por timidez o por miedo. Me presenté. Fui hasta el “Comedor comunitario” que nos prestaban los amables camareros de aquel restaurante y le acerqué las sobras de un filete ruso y algo de pasta.
Ya era veinte de Diciembre y a pesar de haber pasado casi un mes desde la muerte de mi ama, no podía alejarme de la pena que me causaba su ausencia. Aquella noche, con pequeños copos de nieve empezando a  caer, Duquesa se acercó a mí por primera vez  y me contó con la voz más dulce que jamás había escuchado su historia. Simplemente una caprichosa niña se cansó de ella y la dejaron abandonada en la autopista. Veía como el sueño la vencía y una vez dormida le puse un cartón encima arrastrándolo con mis dientes y acaricié su morro con el mío. Aquella noche, bajo la nieve, decidí salir a dar un paseo. En apenas dos manzanas de allí encontré a un anciano bien vestido tumbado, y ladré con todas mis fuerzas, colocándome sobre él para darle calor. Asistí asombrado altrasiego de  gente sin inmutarse y me sentí afortunado por ser perro. Finalmente una chica llamó a los servicios de emergencias y ellos, creyendo que era mi dueño, me llevaron en la ambulancia con él. Al rato de estar en el hospital, un hombre de unos cuarenta años se acercó a mí con lágrimas en los ojos:
-Así que tu eres el héroe que ha salvado a mi padre ¿He? Eres todo un valiente amigo, espérame aquí y ahora vendré por ti.
Cumplió su palabra y mientras me subía a su coche me explicó que a su padre le había dado un infarto pero que gracias a mí todo se había quedado en un susto. No dejaba de acariciarme con sus suaves manos. De camino a donde quiera que fuésemos nos fuimos acercando al callejón donde estaban mis amigos.Ladré con todas mis fuerzas, arrañando los cristales del coche. Él paró en seco, y se dejó guiar por mí mientras tiraba de su gabardina. Cuando llegamos junto a mis amigos y a mi preciosa Duquesa, lo entendió enseguida. Con una generosidad desconocida nos metió a todos en el coche y proseguimos camino. Paro el coche en una enorme casa, y nos hizo bajar a todos. Como a Duquesa le costaba, la cogió en brazos, donde duró poco ya que una pequeña niña de unos ocho años se la arrebató en cuanto pudo. Nos puso a todos de comer y pasamos la noche al amparo de la chimenea. Al día siguiente nos enteramos de que era veterinario, y que se llevaría a mis amigos a su clínica para curarlos y asegurarse que terminaban en buenas manos. Cuando vio la tristeza en la mirada de Duquesa y en la mía propia, fue como si de verdad se comunicase conmigo, duquesa y yo nos quedaríamos allí con él. Esta navidad es para mi una de esas en que no podría pedir nada mejor, humanos que se comportan como tal, y la mejor compañía canina que podía desear, mi Duquesa.

Besos¡¡


17 noviembre, 2011

LA CANCIÓN SILENCIOSA 4ª PARTE

(…) Tras cerrar la cortina color celeste tras su espalda, Ana cayó derrotada en la cama. No podía dejar de llorar, pero tampoco sabía a ciencia cierta porque lo estaba haciendo. Unos leves toques sonaron en la puerta de su habitación, abriéndose poco después. Era Rosana, su madre, que le invitaba a bajar a tomar un poco de leche caliente. Siempre había sido una madre atenta y cariñosa, sabiendo respetar y amar a su hija del mismo modo e incondicionalmente. Cuando la vio llorando sobre la cama, su corazón se partió en dos.
-¿Que te sucede hija? ¿Te has enfadado con Lorena?- Le preguntó preocupada y con el corazón encogido, su voz era tremendamente suave.
-No mamá, no es eso, pero ahora no puedo hablarte de ello. 
En aquel momento Rosana no lo dudó un instante e hizo algo que Ana jamás olvidaría. Abandono la habitación de su hija silenciosamente y con muchísima cautela cruzo la puerta de su casa hasta llegar a casa de Lorena. Una vez allí les pidió personalmente que a sus padres que dejasen dormir aquella noche a Lorena en su casa. Estos accedieron rápidamente, pues siempre les había unido una gran amistad. Ana no se había percatado de nada. Una vez de vuelta en casa de Ana, Lorena se dispuso a subir rápidamente los escalones que la separaban de la habitación de su inseparable compañera. Entro sin siquiera golpear la puerta. Su amiga seguía tirada en la cama, llorando desconsoladamente. Cuando Lorena se sentó junto a ella se fundieron en un abrazo.
-¿Qué ha pasado?¿te ha hecho algo Javier?
-Al revés.- contestó Ana entre sollozos- soy yo la que lo ha puesto a parir, y aun no se porque. Es que me da mucha rabia no poder olvidar que me  rozase la mano, es como si desde aquel momento lo viese diferente.
-¿Pero que le has dicho?
-Uf… le he dicho que es un culo, que no sabe jugar a fútbol que solo le gustan las niñatas pintarrajeadas que le lamen el culo porque es popular y no se cuantas barbaridades más. Pero lo que de verdad me da rabia es que también le he dicho lo mucho que me gusta…  y ahora pensará que soy una autentica imbécil.
Ana limpiaba sus lágrimas mientras hablaba, pero poco a poco se iba recuperando de su desconsuelo. Sonó un mensaje en su móvil. Decía: “Solo quería darte las buenas noches, y decirte que esta noche a sido maravillosa. Por cierto no he podido olvidar tu mirada desde el día del parque. Descansa”. Cuando las dos leyeron aquello el ambiente se relajó aún más, no solo no le había molestado el sermón que le había echado en la disco, sino que parecía intentar ser lo más amable que podía.
-Quizás el también sienta algo por ti…- Dijo Lorena.
-Si hombre¡¡ con la de niñitas perfectas que se le acumulan al andar.
-Bueno, creo que se te olvida que yo tengo información de primera mano.
-Perdona, he sido una egoísta. ¿Qué tal Marcos? Parece que la cosa va bien.
La cara de Lorena se iluminó como un semáforo en rojo, y su cabeza volvió a agacharse. Casi susurrando le contó a su amiga:
-Hoy me ha besado por primera vez, pero solo un piquito he??
-Vamos que estáis oficialmente saliendo ¿No?
-Creo que si, hemos venido todo el camino de la mano. Hablamos mucho y entre otras cosas de Javier y de ti…
-Cuéntamelo todo, porfa ¡¡¡
Rosana volvió a aparecer otra vez en la habitación, esta vez con sendos vasos de leche caliente y unos deliciosos bollos. Ana la llamo dulcemente con la mano para besarla y abrazarla, sabía que siempre podía contar con ella en los buenos y malos momentos. Las chicas dieron buena cuenta de la bandeja que les había subido Rosana y tras acabar con las existencias retomaron su conversación. Ya no había lágrimas en sus ojos, tan solo emoción e intriga.
-Bueno, Marcos me ha contado que desde que Javier estuvo contigo en el parque no ha vuelto a ser el mismo. Esto no se lo cuentes nunca a ninguno de los dos ¿Vale?- las dos unieron sus yemas de los dedos corazones, a modo de pacto- Porque según le ha contado Javier, le gustas mucho, y no se puede olvidar de tu mirada, que le pareces la chica más dulce que jamás a conocido…- Sonó un mensaje en el móvil de Lorena.
El mensaje era escueto y tímido, como el remitente: “Aun siento tus labios encima de los míos, creo que esta noche soñaré contigo. Me gustas mucho”. Las chicas rieron, y a Lorena los ojos le brillaban más que nunca. Había sido su primer beso y ella también lo tenía constantemente en su mente, degustando cada una de las sensaciones que le había dejado a su paso. Su amiga le sacó rápidamente de sus ensoñaciones.
-Sigue contándome. Vamos no pares. –Rosana tras la puerta de la habitación sonreía al ver que su hija ya no lloraba, dejo la recogida de la bandeja para otro momento.
-Según Marcos, está pillado por ti… y la verdad es que yo creo que tu te has pillado por él… pero eres tan orgullosa y cabezota.
-Hemos quedado mañana en la bolera, pero la verdad es que no se si ir… tengo miedo.
-¿Miedo? Vamos, no puedes dejarlo allí esperándote como si fuera idiota. Te puedo asegurar y es lo último que te cuento ya hoy, que él está tan nerviosos como tu. Además, no estaréis solos, yo y Marcos también iremos.
La voz de Rosana sonó a lo lejos: “Chicas ya es hora de dormir”.
Tras ponerse ambas el pijama se metieron en la cama y se abrazaron. Sabían perfectamente en que pensaba la otra, y por eso las dos sonrieron al mismo tiempo. La cita del día siguiente podría representar muchos cambios en su vida, y la mayoría se les presentaban como fantásticos. Les respondieron a sus sms ya metidas en la cama, abrazando sus móviles como si fuesen las manos de ellos. 
En la otra punta de la cuidad Javier y Marcos ya se había cruzado entre ellos más de diez sms, los dos estaban nerviosos y un poco aturdidos.  Pero finalmente, y con escasos minutos de diferencia el sueño les venció a todos, sin saber entre ellos que la última mirada de cada uno de ellos había sido al móvil

15 noviembre, 2011

La sonrisa robada


Hoy tengo un poco de fiebre y de gripe.. espero que no me lo tengáis en cuenta. Besos ¡¡¡ 


Cada día me recordaba a mi misma quien era para no perder la noción de lo que había aprendido, de lo que buscaban que aprendiese a base de burdas manipulaciones. Pero claro, si tenemos en cuenta que mi naturaleza siempre ha sido extremadamente curiosa, logré casi sin proponérmelo averiguar porque mi amiga Maria se había visto abocada al aislamiento.
Maria es una de esas personas cultas y cautas a quien le encanta escuchar, y que rara vez opina, por si acaso está equivocada. De esbelta presencia y de aun mejor trato, siempre ha sabido socializar  con elegancia y gracia. Siempre había sabido ser el centro de atención en las reuniones sociales, por su desparpajo y simpatía. Hasta que un tipo salido de la nada, se apoderó de su vida.
Los que la conocíamos desde hacía muchos años apenas podíamos dar crédito al cambio de actitud de ella ante él, pero la cosa no nos resultaba tan extraña cuando veíamos como con su mirada la paralizaba. Él era el único que debía ser el centro de atención de su vida, las veinticuatro horas del día.
Cada llamada de teléfono de él, representaba una tristeza plagada de lágrimas en la mirada de ella, las cuales reprimía para no dañarnos. Todos queríamos obviarlas, pero eran demasiado evidentes.
Poco a poco, Maria fue olvidándose de cómo se sonreír, de hablar libremente, de tener reuniones con sus amigos… y los que la queríamos empezamos a preocuparnos por ella de una manera prioritaria.
La seguí un día, no se porque, tan solo para saber que era lo que estaba ocurriendo sin que ella me lo contase, y esa fue la primera vez que la vi temblar cuando él le ordeno subir a su coche. Ya en el corto trayecto pude ver como lloraba desconsoladamente, mientras él le chillaba como si fuese una niña pequeña, ordenándole las cosas más absurdas.
Llamé a mi amigo Miguel y la sacamos de allí, y “gran hombre”, salio huyendo con su coche. Fue entonces cuando Maria se dio definitivamente cuenta de que aquel pobre hombrecillo, sin personalidad ni empatía hacia nada ni nadie, se había hecho aún más pequeño todavía. Su presencia se fue diluyendo en la vida de Maria y ella volvió a sonreír, a disfrutar de la vida, a ser persona… si, tan solo persona, ya que aquel pequeño monstruo disfrazado de moralista la había querido convertir en objeto, cuando era él quien no tenía vida propia. Ahora Maria es feliz, ríe a carcajadas, habla con libertad, se siente ella misma y cada paso que da lo hace por si misma, sin que nadie se lo ordene. Si, creo en la justicia divina, y por eso, estoy segura que ese tipo de miserables acabaran como empezaron… siendo nada. Besos ¡

14 noviembre, 2011

La canción silenciosa 3ª Parte


(…) Una vez que sus ojos se recuperaron de la primera impresión, volvieron a ver con nitidez las luces, la marabunta de amigos y conocidos alrededor, y la sala se volvió mucho más tenue. Aun estaban apostadas en la entrada, sin saber cuando dar un paso. Unas amigas vinieron al rescate y las sumergieron en mitad de la pista de baile.
Ana luchaba constantemente contra el deseo de buscar a Javier con la mirada, enfadada consigo misma por no poder olvidar aquel encuentro fortuito de sus manos. Cuando se dio la vuelta, su amiga Lorena había desaparecido. Se integro en otro grupo de chicas, pero sus tontas conversaciones sobre como ligarse a tal o cual le aburrían demasiado como para tener que soportarlas sin más, así que ya aburrida por la insulsa fiesta decidió buscar a su amiga para marcharse.
La sala antes abarrotada se había ido quedando vacía, y ella seguía sin encontrar a Lorena. Empezó a desesperarse. Volvió por undécima vez su cabeza hacia el rincón donde había estado Javier toda la noche y allí seguía, rodeado de de niñas maquilladas como prostitutas que llevaban una copa en la mano para hacerse las interesantes. Empezaba a notar como se le iba haciendo insoportable quedarse allí, así que se iría aunque fuese sola.
Decidió dar una última vuelta por el recinto, convencida de que Lorena jamás se iría sin ella. Ahora parecía mucho más grande, casi todo el mundo ya se había ido. Empezó a escuchar murmullos continuamente de grupitos en los que se aseguraba que Javier el lunes se iría, que un equipo de segunda regional se había interesado por él, que su marcha era inminente.
Ana cada vez se sintió más abrumada por si misma, debía de decirle todo cuanto pensaba de él antes de que se marchase. Se armo de valor, y apartando a las cuatro niñatas que lo flanqueaban logro decirle al oído que necesitaba hablar con él.
Se sentaron en unos sillones apartados, el sorprendido y ella terriblemente enfadada, aun sin saber porque. Cuando él quiso preguntarle que pasaba ella le pidió por favor que tan solo escuchase o explotaría. Él se sentó de lado y espero. Ana sentía tantas cosas que no podía controlar el temblor de su voz, pero aun así sacó su lado orgulloso para ser absolutamente sincera con él ahora que sabía que se marchaba.
-Lo primero que me gustaría decirte es que me pareces el tío más chulo y prepotente del mundo, y no solo lo eres, sino que encima te lo crees. Nunca has sido un gran jugador de fútbol pues lo que mejor se te da es dar patadas a todo el mundo, y eso es ser un jugador muy cerdo. Si eres mono, pero la corte de pequeñas putillas que siempre te acompañan te desdicen, y te dan la imagen de un asaltacunas aprovechado. Por otra parte, y te aseguro que no me siento nada orgullosa por ello, la otra noche, cuando tu mano orzo la mía me hiciste sentir especial, y ahora no tengo ni idea de cómo sacarme ese recuerdo de la cabeza. Lo que más rabia me da es que desde ese día es como si te viese diferente, como si mi concepto hacia ti hubiese cambiado. He de reconocer que nunca nadie me había hecho sentir tanto con tan poco y me siento estúpida por ello. No quería que te fueses sin decírtelo, así por lo menos no me quedaré con esa sensación dentro.
La cara de asombro de Javier era un mapa, pero aun así una sonrisa la iluminaba. Se acomodó en el asiento, la música ya sonaba muy bajita y apenas quedaba nadie.
-¿Puedo hablar yo ahora?- ana asintió con la cabeza, sabiendo que quizás sería la última vez que escucharía sus palabras- Bien, respeto tu opinión sobre mi manera de jugar al fútbol e incluso tengo que darte la razón, a veces soy un poco leñero. Mi imagen de chulo la han creado los demás, como tú misma, yo no tengo la culpa de que todas esas niñatas me sigan a todas partes. Pero lo más importante es que creo que ha habido una pequeña confusión. Es verdad que me voy el lunes, pero tan solo dos días a un campamento de perfeccionamiento, así que me quedan dos años mas este en el mismo instituto.
El corazón de Ana se paralizo, no solo había metido la pata de una manera irremediable, sino que le había confesado sus propios sentimientos. Quiso borrar esa parte de su vida, borrarse del mapa, desaparecer y que él no recordase nada, pero era demasiado tarde.
-He de decirte que respecto a lo del roce de nuestras manos el otro día, a mi también me pareció especial, no he podido olvidarlo, eso debe ser porque no soy tan prepotente... digo yo. Igualmente creo que ya es muy tarde, y no me gustaría que tus padres se preocupasen por ti. ¿Me dejas acompañarte a casa? Prometo no propasarme.
Ana se sentía humillada, pero no por él, sino por ella misma. Estaba paralizada, aterrada, y se sentía como desnuda. Asintió a duras penas con la cabeza.
-Espera, Lorena y yo quedamos en que volveríamos juntas.
-Mientras tu me ponías verde Marcos me ha dicho que la llevaba a casa, pero estabas tan entusiasmada con tu discurso que no te has dado ni cuenta. Por cierto, agradezco tu sinceridad, me da la impresión de que nadie es sincero conmigo.
Salieron de la discoteca y pusieron rumbo a casa de Ana, se cruzaron con Marcos y Lorena que se despedían en el portal con un casto beso rápido. Una vez en el portal de Ana la cosa se volvió realmente tensa. Ella quería pedirle disculpas y el no podía dejar de mirar sus ojos. Pero cumplió con su palabra y le dio las buenas noches con un beso en la mejilla y la promesa de ella de que le diría adiós desde la ventana cuando ya estuviese en casa. La cita para el día siguiente ya había sido fijada, otra noche sin dormir para los cuatro, miles de sentimientos cruzados en el ambiente.

11 noviembre, 2011

45 Segundos

Este es mi relato de participación en el concurso organizado en el blog "La voz de Astarielle", espero que os guste. Os animo a todos a participar, y para ello os dejo el enlace. Besos ¡¡ 


http://astarielle-miblog.blogspot.com/2011/10/i-certamen-de-relatos.html#comment-form


Hacía tres meses que había aprobado las oposiciones como enfermero del hospital comarcal y ese gran paso me había supuesto abandonar mi ciudad de origen y sumergirme en una gran ciudad que me hacía sentirme aún más solo. Con veinticinco años la ventaja más clara que le veía a la nueva situación era que desde que había empezado a trabajar me había acostumbrando  a utilizar el trasporte urbano como medio más rápido para llegar al trabajo.
Cada mañana en la estación de metro coincidíamos prácticamente los mismos, pero lo que me pareció aún más curioso es que estuviese del turno que estuviese siempre estaba en aquel anden una chica menuda que hacía en mismo recorrido que yo, aunque curiosamente jamás había coincidido con ella en el hospital. Empecé a sorprenderme a mi mismo buscándola con la mirada, añorando su presencia cuando no estaba y observando cada uno de sus movimientos, lentos y suaves, cada vez que rebuscaba algo en su abultado bolso.
Hoy es viernes, y por primera vez desde hace casi un mes, voy a librar el fin de semana. Por una parte estoy contento, pero por la otra me agobia pensar que estaré dos dias sin verla.
El ruido del metro, que antes me parecía insoportable, ya era menos molesto para mis oídos. Cada día intentaba acercarme más a ella, que siempre se sentaba con un libro en la mano esperando plácidamente nuestra parada.
Su mirada grisácea era triste pero irradiaba una belleza difícil de explicar, e imposible de olvidar. Nunca he sido cobarde, así que decididamente de hoy no pasa que le diga algo.
Me siento a su lado, puedo notar el olor de su perfume, sensual y embriagador. Durante dos segundos me paro a tomar aire, tan solo me quedan dos paradas para dar el paso.
-Hola, creo que trabajamos en el mismo sitio. Soy Daniel.
Ella me sonríe tímidamente y cierra el libro poniendo un dedo en forma de marcapáginas.
-Creo que si, soy Claudia.
El metro frena en seco. Me temo que nuestro trayecto a tocado su fin, pero no puedo perderla ahora. Le pregunto si vamos juntos hasta la entrada del complejo hospitalario y asiente con la cabeza.  Estoy tan embelesado por la dulzura de sus escasas palabras que ni tan siquiera escucho el claxon. A partir de ahí, tan solo un golpe seco, el aire en bocanada sobre mi cabeza, y un sonido hueco tras mi cabeza. Luego la oscuridad.
Hoy he abierto los ojos, y ella estaba a mi lado, con un inseparable libro entre sus manos. Enseguida una tropa de médicos y enfermeras me rodean, y dejo de verla. En cuanto mi garganta puede emitir un leve sonido les pregunto que es lo que me ha pasado. Me informan de manera muy formal que una ambulancia me ha atropellado a la entrada del hospital, y que he estado 15 días en coma. Todos abandonan la habitación excepto una enfermera. Veo a Claudia tras la cristalera, con lágrimas en los ojos y entonces me doy cuenta de que ella también está herida. Le pregunto discretamente a la enfermera que es lo que le ha ocurrido y me dice que sufrió el atropello conmigo y que a pesar de haberse roto el hombro en el impacto había estado cuarenta y cinco segundos reanimándome, hasta que consiguió que mis constantes volviesen. También me contó en el oído que no se había separado de mi ni un segundo. Mis propios pensamientos se han visto interrumpidos por la presencia repentina de mis padres en la habitación. Mi madre se abraza a mí fuertemente, tanto que me lastima. Mi padre, más comedido golpea mi hombre y se da la vuelta con los ojos llorosos. Claudia ya no está tras la cristalera. Las horas parecen no pasar en esta habitación confinado, necesito verla, volver a sentir su perfume sobre mi piel. Se está haciendo de noche y me siento incompleto, el cuerpo empieza a dolerme y tengo la sensación de haberla perdido para siempre. Las visitas se iban marchando, y nos había traído algo de comer una enfermera diferente a la anterior. No probé bocado. Pensé que ya había cambiado el turno y que mis esperanzas de que Claudia volviese cada vez eran más escasas. Cerré los ojos con la sensación de haber perdido a la mujer de mi vida…
-Me has dado un susto de muerte.
Su voz. Era su voz la que me hablaba y por un instante pensé que estaba soñando. Quise levantar los brazos para acariciarle la cara, pero no fui capaz. Le pedí que se acercase y con una suave voz hacerte a decirle lentamente:
-Estoy enamorado de ti desde el primer día que te vi en aquel andén. No me hubiese importado morir a tu lado. Mi sueño ya se habría cumplido.
Me beso suavemente y ya no noté más dolores, tan solo el sabor de fresa de sus labios.


08 noviembre, 2011

LA CANCIÓN SILENCIOSA 2ª PARTE

A pesar de los esfuerzos porque no pudiese volver a entrar en mi e-mail impidiendome asi que pudiese seguir colgando cosas en mi blog, aquí estoy de nuevo. Mil gracias a Rocio y Andrés por ayudarme, os quiero ¡¡¡ 



(…) Aquella noche de sábado se convirtió sin querer en una manada de sentimientos contradictorios.
        Ana, perpleja ante ese pequeño roce que le había sacudido las entrañas, Javier sorprendido por si mismo al darse cuenta de que por primera vez en su vida no podía quitarse la mirada de una chica de su mente, cuando lo habitual era que no olvidase su escote.
        Marcos, contemplo durante largo rato sus manos temblorosas sobre las sabanas, oliéndolas de vez en cuando por si parte del aroma de Lorena se había quedado en ellas. Y Lorena, tras mirarse largo rato en el espejo, acabo dándose cuenta de que quizás algunas de las cosas que tan solo ella veía estaban dentro de su imaginación y se habían borrado tras la dulce mirada color canela de aquel muchacho que no dejaba de tartamudear.
         El sueño acabó venciéndoles a todos a altas horas de la madrugada.
         El día siguiente, Domingo, se les presentaba muy ajetreado a las chicas. Por la mañana irían de compras ya que por la tarde estaban invitadas al cumpleaños de Rocío que cumplía los tan ansiados dieciocho años. Se mandaron un par de sms entre ellas y quedaron en media hora en la tienda de complementos de la esquina, apenas las separaban dos portales. Nada más verse se abrazaron, como siempre, pero el miedo a quien hablaba primero las paralizaba.
-¿Cómo pudiste hacerme eso? Creí que me moría al verlo llegar- Dijo finalmente Lorena.
-Bueno ya estábamos hartos de vuestras miraditas y tonterías en el insti, ya era hora de que alguien hiciese algo ¿no?
-¿Cómo que estabais? ¿Tú y quien más?
           Ana se encontró de repente atrapada por sus propias palabras, y notó como el rubor subía rápidamente a sus mejillas. Volvió a sentir el roce de él sobre su mano y se la acaricio a si misma inconscientemente.
-¿Te has puesto colorada? Hace años que nadie conseguía que te pusieses colorada… ¿Quién es? Venga, dímelo- imploraba su amiga.
-Eso no importa ahora, lo más importante es como te fue a ti, cuéntame.
-La verdad es que es muy calladito, muy sencillo y tiene un encanto especial. Hablamos de música, del insti… bueno, ya sabes.
-¿No intentó besarte? ¿O darte la mano?- Le preguntó Ana intrigada.
-No, tan solo rozaba mis brazos de vez en cuando porque hacia un poco de frío, nada más. Le temblaba la voz.
          Mientras Ana veía un inmenso resplandor en los ojos de su amiga, pensaba en la caricia fortuita que se habían cruzado la tarde anterior ella y Javier, no sabía como quitársela de la cabeza, pero sus pensamientos eran tan profundos que dejo de escuchar la voz de Lorena durante unos minutos. Una vez comprado el regalo, una bufanda preciosa de lana virgen, cada una de ellas regresó a su casa. Sabían que la fiesta de aquella tarde iba a ser muy divertida y animada, ya que el padre de Rocío, un acaudalado cirujano, les había reservado la sala entera de una discoteca para la fiesta privada. Las dos deseaban estar perfectas.
        Sobre las siete de la tarde Ana fue a casa de su amiga, sabiendo de antemano que no estaría preparada, ya que jamás se encontraba bien con nada de lo que se ponía.
       Entre las dos encontraron la ropa adecuada y se maquillaron para la ocasión.
       Estaban nerviosas, pero no tanto por la fiesta como por lo acontecido la noche anterior.
         Finalmente se encontraron frente a la puerta de la discoteca, ilusionadas la abrieron. Lo que en un principio parecía oscuridad, empezó a llenarse de colores y sala pareció quedarse vacía cuando vieron a lo lejos a Javier y Marcos, sin ni siquiera darse cuenta de que entre los cuatro se cruzaban unas miradas de miedo y entusiasmo…

07 noviembre, 2011

LA CANCIÓN SILENCIOSA


    Era el último curso de instituto y las hormonas ya estaban muy aceleradas entre los miles de alumnos allí congregados. Tan solo había pasado un mes desde que se iniciase el curso, pero todos ellos se conocían ya bastante de años anteriores.
    Ana y Lorena, habían compartido todos los cursos de su vida estudiantil, eran uña y carne desde primero de primaria. Era curioso ver como dos chicas tan diferentes podían compenetrarse tan bien. Ana era atrevida, provocativa y extremadamente sociable. Por su parte, Lorena era una pequeña chica llena de complejos inventados que la atormentaban a cada paso, los cuales trataba de cubrir bajo ropa ancha y pelo siempre suelto sobre su cara. Las dos eran buenas estudiantes.
    Como todos los años, también en éste, se encontraban en la misma clase que Javier y Marcos. El primero todo chispa, el más popular del instituto, guapo y arrogante. El segundo extremadamente tímido y correcto, con esa media sonrisa que escondía su mirada.
     En una de esas mañanas horrorosas de instituto donde parece que todo debe salir mal, a Lorena no le dejaron acceder a una clase por llegar un minuto tarde, así que salio al patio y se sentó en un banco. Ella aun no era consciente de que Marcos se había retrasado aposta para poder observarla a solas.
Pasaron un mes mas entre miradas furtivas y escapadas de timidez, hasta que sus mejores amigos se dieron cuenta de la situación, y a pesar de ser “enemigos naturales”, decidieron “mediar” en dicha situación.
      Una tarde Ana y Javier decidieron quedar a solas, para halar del tema. Durante el trayecto ella no podía dejar de pensar en aquel chulo que creía que podía avasallar a cualquiera porque era “mono” y a él no se le salía de la cabeza que había quedado con una pija estúpida que lloraría si se le rompía una uña. Cuando llegaron al sitio acordado ninguno de los dos dijo absolutamente nada de lo que pensaba y tan solo se limitaron a cuajar el plan que haría que sus amigos pudiesen dirigirse al menos unas palabras. Finalmente decidieron que el sábado seria el día ideal, y planearon cada paso minuciosamente. 
     Cuando el sábado llegó, entre Ana y Javier ya se habían cruzado más de veinte mensajes de móvil, y todo estaba minuciosamente preparado. Cada uno de ellos por separado quedó con su amigo en una zona concreta del parque, en teoría para salir a tomar algo. A la hora precisa, Ana y Javier tomaron posición en una zona que le daba una amplia panorámica de la zona del encuentro manteniéndoles a ellos escondidos. Ana estaba ilusionada, y Javier extrañamente nervioso.
      El primero en aparecer fue Marcos, con las manos en los bolsillos, recién afeitado y perfectamente peinado. Se sentó en un banco bajo un árbol. Miraba constantemente hacia los lados tímidamente, esperando la llegada de su amigo Javier. Lorena se retrasaba, incluso se llegaron a temer que no apareciese, que se lo hubiese pensado mejor en el ultimo momento. Pero casi quince minutos más tarde allí estaba, con una falda y unos pequeños tacones, tal y como le había sugerido su amiga. Se sentó en un banco cercano al de Marcos, en silencio, cruzándose de vez en cuando miradas leves. Ana y Javier pensaron que aquello no iba bien, Marcos empezaba a frotarse las manos, a levantarse y sentarse continuamente y Lorena estaba como paralizada. Finalmente y tartamudeando, Marcos le preguntó a Lorena si tenía frío, ofreciéndole su chaqueta. La brisa que se había levantado era bastante fría. Se sentó a su lado. Ana y Javier respiraron, y sin darse cuenta rozaron sus manos.
       Cuando Ana ya llevaba en casa más de dos horas le llegó un mensaje al móvil: “¿Sabes? Esta noche he oído música sin escuchar un solo sonido”.
       Ana sonrió y recordó que ella misma que durante un instante también escuchó esa música…