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14 noviembre, 2011

La canción silenciosa 3ª Parte


(…) Una vez que sus ojos se recuperaron de la primera impresión, volvieron a ver con nitidez las luces, la marabunta de amigos y conocidos alrededor, y la sala se volvió mucho más tenue. Aun estaban apostadas en la entrada, sin saber cuando dar un paso. Unas amigas vinieron al rescate y las sumergieron en mitad de la pista de baile.
Ana luchaba constantemente contra el deseo de buscar a Javier con la mirada, enfadada consigo misma por no poder olvidar aquel encuentro fortuito de sus manos. Cuando se dio la vuelta, su amiga Lorena había desaparecido. Se integro en otro grupo de chicas, pero sus tontas conversaciones sobre como ligarse a tal o cual le aburrían demasiado como para tener que soportarlas sin más, así que ya aburrida por la insulsa fiesta decidió buscar a su amiga para marcharse.
La sala antes abarrotada se había ido quedando vacía, y ella seguía sin encontrar a Lorena. Empezó a desesperarse. Volvió por undécima vez su cabeza hacia el rincón donde había estado Javier toda la noche y allí seguía, rodeado de de niñas maquilladas como prostitutas que llevaban una copa en la mano para hacerse las interesantes. Empezaba a notar como se le iba haciendo insoportable quedarse allí, así que se iría aunque fuese sola.
Decidió dar una última vuelta por el recinto, convencida de que Lorena jamás se iría sin ella. Ahora parecía mucho más grande, casi todo el mundo ya se había ido. Empezó a escuchar murmullos continuamente de grupitos en los que se aseguraba que Javier el lunes se iría, que un equipo de segunda regional se había interesado por él, que su marcha era inminente.
Ana cada vez se sintió más abrumada por si misma, debía de decirle todo cuanto pensaba de él antes de que se marchase. Se armo de valor, y apartando a las cuatro niñatas que lo flanqueaban logro decirle al oído que necesitaba hablar con él.
Se sentaron en unos sillones apartados, el sorprendido y ella terriblemente enfadada, aun sin saber porque. Cuando él quiso preguntarle que pasaba ella le pidió por favor que tan solo escuchase o explotaría. Él se sentó de lado y espero. Ana sentía tantas cosas que no podía controlar el temblor de su voz, pero aun así sacó su lado orgulloso para ser absolutamente sincera con él ahora que sabía que se marchaba.
-Lo primero que me gustaría decirte es que me pareces el tío más chulo y prepotente del mundo, y no solo lo eres, sino que encima te lo crees. Nunca has sido un gran jugador de fútbol pues lo que mejor se te da es dar patadas a todo el mundo, y eso es ser un jugador muy cerdo. Si eres mono, pero la corte de pequeñas putillas que siempre te acompañan te desdicen, y te dan la imagen de un asaltacunas aprovechado. Por otra parte, y te aseguro que no me siento nada orgullosa por ello, la otra noche, cuando tu mano orzo la mía me hiciste sentir especial, y ahora no tengo ni idea de cómo sacarme ese recuerdo de la cabeza. Lo que más rabia me da es que desde ese día es como si te viese diferente, como si mi concepto hacia ti hubiese cambiado. He de reconocer que nunca nadie me había hecho sentir tanto con tan poco y me siento estúpida por ello. No quería que te fueses sin decírtelo, así por lo menos no me quedaré con esa sensación dentro.
La cara de asombro de Javier era un mapa, pero aun así una sonrisa la iluminaba. Se acomodó en el asiento, la música ya sonaba muy bajita y apenas quedaba nadie.
-¿Puedo hablar yo ahora?- ana asintió con la cabeza, sabiendo que quizás sería la última vez que escucharía sus palabras- Bien, respeto tu opinión sobre mi manera de jugar al fútbol e incluso tengo que darte la razón, a veces soy un poco leñero. Mi imagen de chulo la han creado los demás, como tú misma, yo no tengo la culpa de que todas esas niñatas me sigan a todas partes. Pero lo más importante es que creo que ha habido una pequeña confusión. Es verdad que me voy el lunes, pero tan solo dos días a un campamento de perfeccionamiento, así que me quedan dos años mas este en el mismo instituto.
El corazón de Ana se paralizo, no solo había metido la pata de una manera irremediable, sino que le había confesado sus propios sentimientos. Quiso borrar esa parte de su vida, borrarse del mapa, desaparecer y que él no recordase nada, pero era demasiado tarde.
-He de decirte que respecto a lo del roce de nuestras manos el otro día, a mi también me pareció especial, no he podido olvidarlo, eso debe ser porque no soy tan prepotente... digo yo. Igualmente creo que ya es muy tarde, y no me gustaría que tus padres se preocupasen por ti. ¿Me dejas acompañarte a casa? Prometo no propasarme.
Ana se sentía humillada, pero no por él, sino por ella misma. Estaba paralizada, aterrada, y se sentía como desnuda. Asintió a duras penas con la cabeza.
-Espera, Lorena y yo quedamos en que volveríamos juntas.
-Mientras tu me ponías verde Marcos me ha dicho que la llevaba a casa, pero estabas tan entusiasmada con tu discurso que no te has dado ni cuenta. Por cierto, agradezco tu sinceridad, me da la impresión de que nadie es sincero conmigo.
Salieron de la discoteca y pusieron rumbo a casa de Ana, se cruzaron con Marcos y Lorena que se despedían en el portal con un casto beso rápido. Una vez en el portal de Ana la cosa se volvió realmente tensa. Ella quería pedirle disculpas y el no podía dejar de mirar sus ojos. Pero cumplió con su palabra y le dio las buenas noches con un beso en la mejilla y la promesa de ella de que le diría adiós desde la ventana cuando ya estuviese en casa. La cita para el día siguiente ya había sido fijada, otra noche sin dormir para los cuatro, miles de sentimientos cruzados en el ambiente.

1 comentario:

  1. Madre mía, menuda historia!!! Pobre Ana, que vergüenza pasó al hablar con él. Pero ese chico parece prometedor.... voy al cuarto!!!

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