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27 diciembre, 2010

EL COFRE DE LOS DESEOS

Hola a todos/as, este es mi primer cuento, el de presentación. Fue el primer cuento personalizado que hice y en esa ocasión decidí dedicárselo a mi propia hija, que en estos momentos tiene ocho años, creo que nunca olvidaré su cara mientras lo leía... sus ojos brillaban. Mi hija ha pasado por momentos muy duros  pero ha salido adelante. Espero que vuestros ojos también irradien esa luz cuando lo leáis. Gracias a todos/as por estar leyéndolo. Saludos. 


 "El destello del lago era inconfundible, su paz, su serenidad. Y una pequeña hada en su orilla, preguntándose que habría más allá de todo cuanto podía su vista llegar a ver, entre los pétalos de una hermosa gardenia que la abrazaba y resguardaba de la leve brisa que brotaba aquel amanecer. Cada dos días esperaba impaciente que aquel pequeño lago se convirtiese en su pequeño nido de sueños... cada vez que un joven acudía allí en total soledad a chapotear… y el lago se iluminaba con su mirada… Tan clara y tan triste, tan melancólica y hermosa. Jamás había escuchado su voz, pero tampoco lo necesitaba, con su sola presencia, la pequeña hada recostada sobre una piedra, podía acariciar cada una de sus palabras mudas, sabiendo que se transformaría en cualquiera de las gotas que se deslizaban por su cuerpo por un instante de su compañía. Llevaba meses espiándolo, en silencio, con un nudo en la garganta, llorando a escondidas por la alegría de saber que compartía esos pequeños momentos a su lado, aunque no con él. Pero aquel día había algo diferente, sus ojos no se iluminaban… y una lágrima ensombreció la totalidad del bosque volviéndolo macabro y dañino. La pequeña hada, viéndose tan frágil, se vio inundada por el pánico, sus manos temblaban. Cerró los ojos durante un instante buscando que aquello tan sólo hubiese sido obra de su imaginación, aquella en la que la malicia no tenía cabida. Su pequeño corazón guió sus pasos, agitó sus alas enérgicamente y la posó sobre su hombro para que pudiese susurrarle al oído:
- No te preocupes, yo cuidaré de ti siempre.                          
Y una pequeña lágrima cayó sobre el hombro de él. Durante un instante apenas salía de su asombro, su lágrima había impactado contra su cuerpo y él la había notado… quiso echar de nuevo a volar, pero el miedo la paralizó. Él la cogió entre sus pequeñas manos y atónito, le preguntó:
- ¿Quién eres tú pequeña dama? - ver sus ojos tan de cerca había enmudecido a la pequeña hada asustada.
- No soy nadie… simplemente nadie, tan sólo existo en tu imaginación… allí donde duermen tus sueños…
- Pero eres hermosa y me das fuerza…
- Nooooo… la fuerza está en tu interior, allí donde menos la buscas, escondida… pero, si miras en el fondo de tu corazón, encontrarás la luz que ilumina tu mirada, cada una de las cosas bonitas que tienes, que te pertenecen, que puedes ofrecerle al mundo…
- Yo no tengo nada de eso, solo soy un simple granjero, siempre sucio y solo…
- Nunca has estado solo… recuérdalo… y nunca lo estarás si de mi depende…
Y la pequeña hada batió sus alas con una dulzura especial, haciendo que el rostro de aquel pequeño niño reluciese de nuevo. Aquella noche la pequeña hada se dedicó a buscar la manera de que aquel pequeño volviese a recuperar la sonrisa, pero por mucho que pensaba no encontraba una solución. Se acercó hasta la destartalada casa del chico de la cara dulce y los ojos hermosos, y le vio trabajar de sol a sol, sin un sólo quejido, sin una sola exigencia… y salir del campo, ya de noche, para beberse un pequeño cuenco de sopa casi fría. Silenciosamente se metió por una rendija de la ventana y bajo una porción de polvos mágicos se coló en sus sueños… Observó durante un instante lo que allí sucedía, cada pequeña cosa, cada una de sus penas e inquietudes, sabiendo el daño que le habían hecho en el pasado, cuando una malvada bruja se había cruzado en su camino y le había quitado la capacidad de soñar, de sentir, de creer que hasta las cosas más pequeñas pueden ser enormes, cuando con su maliciosa manera de tratarlo, se había llevado una enorme porción de su parte más tierna y sensible, la que le hacía libre para amar las cosas pequeñas, aún a sabiendas de que esas cosas eran las que le podían dañar más, dejándolo sin la capacidad de creer que fuera de ella había personas que podrían amarlo con locura si él les dejaba, que podían volver a hacerle creer en sus propios sentimientos… dotándole de la dulzura que había dejado en el camino, tras el reguero de la decepción y el dolor. La pequeña hada decidió entonces interferir en esos sueños llenos de miedos y faltos de inocencia, para intentar de algún modo volver a enseñarle lo que la sensibilidad podría traerle a su vida, todo cuanto, por esconderla, se perdía… el porqué las cosas a veces suceden, el porqué a veces la lucha parece más dura de lo que en si es…
Navegó batiendo sus alas hasta lo más profundo de su corazón y lo convirtió en un pequeño elfo, llevándolo de la mano a la parte más profunda del bosque. Al principio el pequeño niño estaba asustado y se defendía con uñas y dientes de mil enemigos imaginarios. El hada le tendió su mano, y cuando se la agarró pudo notar su intenso temblor, así que mirándole fijamente le dijo:

- No temas pequeño elfo, yo estoy aquí contigo, y juntos podremos resolver cuantas trabas nos encontremos por el camino…
- ¿Y entonces porqué tengo tanto miedo… y es más… porque no lo tienes tu hadita?
- Porque yo ya hace mucho que viajé hasta aquí y aprendí que ningún miedo es mayor que el que nos tenemos a nosotros mismos… el que nos hace tan frágiles y miedosos… no proviene de los demás sinó de nosotros mismos.
Entre la maleza asomó la cabeza una tremenda serpiente, con una terrible lengua llena de veneno… retrocedieron de inmediato, asustados, pero la pequeña hada recomendó al niño:
- Es más grande que nosotros, a simple vista es más poderosa, pero busca en lo más profundo de tu alma y encontrarás el arma perfecta para combatirla… sinó, seremos devorados.
El pequeño se esforzaba y esforzaba en encontrar un camino de huída, pero por mucho que miraba no encontraba una salida, y entonces ya no vio más que la posibilidad de enfrentarse a aquella inmensa serpiente... ¿Pero cómo? Era demasiado pequeño para vencerla. Miró a la hadita y por primera vez vio cómo el brillo de sus alas se iba apagando… y algo en su corazón movió sus manos con una fuerza que ni tan siquiera él sabía que tenía. Cogió una gran piedra y se la lanzó dentro de la boca a la serpiente, provocando que  se atragantase y fuese muriendo poco a poco. El niño seguía temblando.
- ¿Por qué sigo temeroso hadita, si he conseguido vencer a la bestia? - preguntó desconcertado.
- Tan sólo has vencido al odio, y es verdad que es un gran enemigo poderoso, pero no es el más poderoso de éste pequeño reino… hemos de seguir el camino para que puedas encontrar aquello que dejaste olvidado dentro del odio, pero ahora que nos hemos deshecho de él, iremos mucho más ligeros...
El brillo de las alas de la hadita no había vuelto del todo, quizás porque faltaba mucho para llegar al castillo que estaba sobre la colina, y cada vez que él desfallecía o dudaba, aquellas alas perdían poder y fuerza.
Tras cruzar un inmenso prado lleno de preciosas amapolas, se vieron al pie de una colina sobre la cual emergía poderoso el castillo donde debían ir a buscar el tan ansiado tesoro que deseaba aquel pequeño niño, cuya mirada se había visto entristecida por la falta de amor y felicidad en su vida.
- No podremos subir tan alto hada… está demasiado lejos… - dijo desilusionado.
- Tan sólo te aparta una montaña de tus sueños. Es verdad que es escalada, que hace frío y llueve, que posiblemente mil peligros nos aguardan si decidimos entrar en ella, pero por otra parte… ¿qué tienes que perder? Ya has perdido demasiado, pequeño… ¿Qué me dices?
- Bien, tengo mucho miedo, pero estoy preparado.
Las alas de la hadita relucían como nunca. Se pusieron en camino, tropezando bajo mil piedras y trampas ocultas, viéndose acechados por mil bichos que intentaban hacerles desistir, que le molestaban y atacaban de manera continua, y ya muy cerca de la cima, el pequeño elfo resbaló y se dañó las rodillas.
- No puedo seguir hadita, mis piernas están dañadas, estoy agotado y hambriento… ¿No me estarás engañando? – dijo desconfiado.
- Yo estoy aquí, contigo, ¿Si te engañase por qué me expondría yo a los mismos peligros que tú siendo más frágil? Te he visto trabajar mientras tus manos sangraban, y ni un lamento ha salido de tu boca. Te he visto comer unos sorbos de sopa fría y no quejarte por el hambre… ¿No será cobardía lo que tienes? - dijo la hadita enfadada.
Estas observaciones indignaron al niño, tanto que se levantó de inmediato y se puso a caminar mientras sus rodillas sangraban levemente, y cuando ya se encontraban en las puertas del castillo, lo miró de frente, cayéndole lágrimas por la cara, y con la voz entrecortada le dijo a la hadita:
- ¿Me acompañas dentro, por favor? Quizás la cobardía no me deje avanzar, no soy tan valiente cómo pensaba…
- Ya te dije que yo siempre estaría contigo, pero quiero que sepas que yo también tengo miedo, que soy más frágil que tú y que llegado el momento no sé si podré defenderte… pero no te abandonaré, aunque el miedo me invada, aunque mis alas estén ajadas por el viento y la lluvia, y mi polvo de hada esté húmedo e inservible… porque creo en ti, y sé que dentro de tu corazón está todo lo que necesitas… tan sólo búscalo, recuerda cuando lo tenías en la mano.
Entraron de la mano en aquel viejo castillo y la puerta se cerró fuertemente tras de si, inundándolos de oscuridad y frío. Corría una intensa brisa congelada, pero gracias a los pocos destellos que aún emanaban de las alas de la hadita consiguieron llegar a un gran salón iluminado tan sólo por unas míseras velas. De repente, y tras las paredes, se fueron apareciendo un número de fantasmas que les asediaban, los dos juntos lucharon contra cada uno de ellos: la miseria, el desamor, la hipocresía, el dolor, el miedo, la ignorancia, la insensibilidad, el rencor, la ira, el racismo… Tras la lucha estaban absolutamente agotados. La pequeña hada ya ni siquiera podía batir sus hermosas alas, y el pequeño elfo se sentaba sobre sus rodillas sin sentir siquiera el dolor que eso podría producirle.
El silencio era aterrador, lo envolvía todo de una frialdad terrible. Una gran puerta se abrió de repente y, de ella surgió una hermosa figura de mujer, llena de luz, levitando sobre ellos. Esta misteriosa mujer sentó al pequeño elfo sobre una mesa y cogió a la exhausta hadita entre sus manos. Colocó dos cofres frente al elfo y le dijo con voz profunda:
- Te doy a elegir. Uno de los baúles tiene oro y joyas como para mantenerte rico toda la vida, viviendo del lujo y las comodidades, el otro lo mantendré cerrado, sin decirte lo que hay dentro. Puedes escoger el baúl de las joyas o quedarte con el otro… eso si, si eliges el de las joyas, tu hadita se quedara conmigo y será mi esclava, le quitare su magia y sus alas, tendrá que pasarse la eternidad trabando sin descanso.
Abrió el baúl con las joyas y éstas relucieron, iluminando toda la habitación. El elfo levantó la mirada y recordó todos los años de miseria, hambre y frío… después miró la palma de la mano de la espectacular mujer que se erguía ante él, vió a la hadita exhausta, rendida, sin apenas luz.
Si no cogía aquel baúl lleno de riquezas tendría que volver a la miseria de su casa vacía, a trabajar de sol a sol, a su sopa fría… a su soledad  y  marginalidad, a sentirse frustrado, vacío y solo. Sus dedos se fueron aproximando al reluciente baúl, aún cuando sus ojos no dejaban de mirar a su pequeña hadita, y pensaba para si: “total, yo no le pedí ayuda, fue ella quien se empeñó en ayudarme… fue ella quien me trajo hasta aquí, así que ella querría que saliese de mi miseria”. Sus dedos ya rozaban aquellas maravillosas joyas, y se imaginaba a si mismo viviendo en la opulencia, disfrutando de los mayores placeres de la vida, sin tener que romperse las manos a diario para finalmente no tener nada, sin tener que volver a tomar ni una sola vez más esa terrible sopa fría que dañaba su estómago cuando el invierno acechaba su alma… pero al mirar por última vez a la hadita vio cómo una lágrima de ella golpeaba sobre aquel impecable suelo de mármol y el sonido sordo de aquella lágrima le hizo recordar lo que él sintió cuando cayó sobre su hombro, cuando más necesitaba él sentirse querido. Cerró violentamente el baúl de las joyas y exigió:
- Dame ahora mismo a mi hadita, tu tesoro no es comparable a ella, no lo quiero, porque las lágrimas de mi hadita jamás me dejarían vivir…  ¡¡¡Quiero que me la devuelvas ya!!!
Un grito ahogado salió de aquella hermosa dama y todo a su alrededor se volvió impreciso, entre nieblas pudo ver como la bella dama se convertía poco a poco en la bruja que le había robado sus sueños e ilusiones. Una vez el elfo tuvo a la hadita a su lado, ésta volvió a resplandecer como nunca, y sacando un poco de su polvo mágico se lo lanzó a la horripilante bruja que tenían enfrente, haciendo que ésta se convirtiese tan sólo en una neblina que el viento se encargó de difuminar por las ventanas de aquella gran estancia. La luz se encendió, y pudieron ver en todo su esplendor el salón, hermoso y duquesco, en el que habían estado sin saber que hacían allí. Los dos de la mano se dirigieron al baúl que aun estaba vacío.
Era un baúl viejo y roído, pero robusto y encantador. Se abrió solo, de repente y, de él saltó un pequeño elfo, asustando a nuestros dos amiguitos de una manera inesperada.
- Hola amigos, soy Puck, el elfo de la suerte - aquel personaje irradiaba felicidad a raudales por todas partes- Tengo que decirte amiguito que has vencido a la más malvada de las brujas, avaricia, aquella que conseguía que todo el mundo se volviese insensible e inhumano…  y todos los habitantes del bosque queremos darte las gracias por ello … -
La enorme sala empezó a llenarse de hadas, elfos, gnomos, y demás criaturas que habían permanecido ocultas durante décadas por miedo a lo que todos aquellos espíritus malignos pudiesen hacerles. El pequeño elfo, de cuyos ojos volvía a emanar una enorme luz, miró a la pequeña hada.
- Abre el baúl - le dijo ésta agarrando fuertemente su mano.
- Si, lo abriré ahora mismo.
Cuando aquella tapa terminó de abrirse por completo pareció que el baúl estaba vacío, así que el niño se desilusionó inmensamente.
- Mira bien en el fondo - le dijo Puck - vamos, amigo, no tengas medo.
Y así lo hizo. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que en el fondo de aquel baúl se hallaba un espejo, en el cual podía verse en su condición de humano, pero con una enorme sonrisa en la boca. Era el mejor tesoro que podía haber encontrado. Verse arropado por amigos que le apreciaban, el recuperar sus sueños e ilusiones, su fuerza para continuar hacia delante, pero aún había algo que le preocupaba, y le preguntó a la hadita:
- ¿Cómo lo haremos para vivir siendo tan pequeños y frágiles?
- Recuerda siempre que tú jamás has sido ni serás pequeño, sinó que tal vez el mundo es demasiado grande, pero tú formas parte de él y tu sola presencia lo llena de variedad y riqueza… no lo olvides nunca.
La imagen del hada, el gnomo y demás habitantes se fue difuminando en su cabeza y de repente… ¡Despertó! Todo había sido tan sólo un sueño, pensó el muchacho descorazonado, pero al abrir la puerta de su mísera casa encontró el cofre allí, y volviéndolo a abrir descubrió unos documentos que le acreditaban como el dueño del castillo y de sus tierras colindantes. A partir de entonces, se dedicó a labrar aquellas tierras con mucho amor y cariño, las cuales les dieron los suficientes frutos como para vivir dignamente. Allí, crió a sus hijos, y amó como nunca a una mujer que se parecía sorprendentemente a esa pequeña hadita que un día le acompañó en su camino más difícil. Y jamás se olvidó de mirar dentro del baúl, para no perder la sensibilidad que otra gente le arrebató muchos años atrás, para no perder la capacidad de soñar y de ser bondadoso con los demás, a quienes recompensaba más que justamente por su trabajo, a los que además trataba con respeto … Y así paso la vida sabiendo que él no era pequeño, sino que tal vez el mundo era demasiado grande … FIN




Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.

2 comentarios:

  1. Este es el primero que me gustaría compartir con mis alumnos, si me das tu permiso. Gracias por anticipado.

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  2. Por supuesto que puedes imprimirlo y contárselo, ya me dirás que les ha parecido. Es un placer escribir para niños. Tienes carta blanca para descargarte todos los que quieras, gracias por tu apoyo. Besos¡¡

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