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11 enero, 2012

LA VALENTÍA (1ª PARTE)

Cuando sonó el timbre, tuve que respirar varias veces antes de abrir, pero mi pequeña ya se me había adelantado y mirando por el cristal adyacente a la puerta gritaba sin cesar: “¡Mamá es Manuel, y trae a un niño con él! mi extrañeza aun creció más y decidí mira antes de abrir. Era verdad, en la puerta estaba Manuel y un niño de la edad más o menos de mi propia hija, el pequeño era su propio reflejo. Abrí desconcertada la puerta, pero él no se inmutaba y su sonrisa no había perdido el encanto de la última vez. No supimos como saludarnos, así que simplemente agarró mi mano.
-Te presento a mi hijo Pablo.
-Hola Pablo- le saludé agachándome.- ¿Me das un beso?
El pequeño titubeó pero finalmente acabo dándomelo. Mi pequeña ya estaba en brazos de Manuel, mientras el le ofrecía su cara para que lo besase. Finalmente fuimos a por unos cuantos juguetes a la parte de arriba de la casa y los dos niños empezaron a jugar, sus risas llenaban toda la estancia de una esencia especial, con ese olor característico de hogar que siempre me había gustado tanto.
Yo y Manuel, sentados en el sofá, apenas habíamos separado nuestros dedos entrelazados.
-¿Has traído a tu hijo?
-Por supuesto, jamás podría separar a las dos cosas que más amo en este mundo, sería injusto que si formas parte de mi vida no la hagas de la suya.
Quizás fue el detalle más bonito que jamás hubiese esperado, el más íntimo y personal. Era de esos detalles que hablar por si mismos, de manera alta y clara. Disfrutamos de la visión de nuestros hijos jugando, y durante un instante noté como mis ojos se llenaban de estúpidas lágrimas de ilusión, de sentirme de verdad valorada. Apenas habían pasado un par de horas cuando el timbre volvió a sonar, miré a través del cristal y ante mi estaba una chica que jamás había visto hasta aquel momento, o por lo menos no la recordaba. Pensando que sería una vecina abrí la puerta.
-Hola, soy la hermana de Manuel, espero no molestaros.
Me quedé atónita, mis manos y mi cara se helaron. Hacía un horroroso frío aquella noche de Enero, y la hice pasar inmediatamente, avisando al hombre que me hacía tan feliz de la visita inesperada. Su cara se llenó de sorpresa, pero no dejó de sonreír un solo instante. Tras las presentaciones, hice pasar e invité a sentarse a Marisol. La verdad es que la situación se había vuelto muy tensa para mí, pero ellos parecían estar mucho más relajada. Ofrecí algo de beber a la nueva invitada y ella rechazó la invitación, a los pocos minutos estaba en el suelo jugando con los niños, y a pesar de no haber sido presentada oficialmente a mi hija, sabía como se llamaba perfectamente. Miré a los ojos a mi hombre y pensé que jamás había conocido a nadie tan transparente como él en toda mi vida.
-¿Cómo es que has venido hasta aquí Marisol?- Le preguntó su hermano.
-Buenos, ya sabes que mis chicas ya no son unas niñas, saliendo esta noche de marcha y avisándome de que no volverían a dormir y esta noche Pablo trabaja, es mi marido- me aclaró- así que la verdad es que me sentía muy sola y he pensado que quizás os vendría bien que me llevase a los niños esta noche y os los devolviese mañana a mediodía, me encantaría estar con ellos. ¿Qué os parece a vosotros?- preguntó mirando a los niños. Los dos empezaron a dar saltos y a pedirnos por favor que los dejásemos ir, que sería muy divertido. Tras pensarlo un poco y asegurándome Manuel que su hermana era una niñera excelente accedimos, y los tres se marcharon por la puerta, mi hija mochila en mano con el pijama y una muda por si acaso. Quedamos en comer en mi casa todos al día siguiente. Cuando cerré la puerta tras de mi, tras decirle adiós con la mano a los tres ocupantes del Mazda que había justo en la puerta, las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas, haciéndome sentir de un modo en que jamás antes me había sentido.
-No llores que la niña está en las mejores manos posibles. - me dio con su profunda voz.
-No es por eso- le contesté- ¿Cómo sabía tu hermana donde vivía?
-Creo que no te ha quedado claro que ya no soy un niño, que soy un hombre, sin nada que esconder. Yo mismo le dije donde vivías, lo que siento por ti, formas parte de mi vida y para mi es un privilegio que sea así, por ello no solo lo sabe todo el mundo, sino que las personas más importantes en mi vida fueron las primeras en saberlo. ¿Acaso es algo malo estar enamorado?
Sus palabras iban emocionándome cada vez más y mis lágrimas se acabaron convirtiendo en un torbellino imparable. Me abracé a él con fuerza, y por primera vez sentí que de verdad me encontraba ante la máxima expresión de la palabra hombre. Pero la noche aun no había empezado…. Y quedaba mucho por vivir….

Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento o un relato personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.

2 comentarios:

  1. Deseosa d leer la segunda parte!!

    M encanta como Manuel adora a sus dos amores y no ta dispuesto d separarse d ninguno. Ojala todo el mundo fuese asi^^

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  2. Querida Astarielle... quiero pensar que la mayoría de los hombres son así, lo contrario es anormal totalmente. Besos¡¡¡

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