Este cuento me lo encargo una gran madre preocupada por autoestima de su hija, la cual encima esta injustificada pero que la malicia de la gente que la rodea intenta llevar a su máximo extremo, cuando Vera esté junto a su madre todos esos miedos y complejos desaparecerán de su vida. Besos para las dos, ya sabéis que os quiero !!
Vera tenía tan solo ocho años cuando sin darse cuenta y tras mirarse largamente al espejo se dio cuenta de que estaba llena de complejos que ni ella misma imaginaba, ahora con once esos complejos le suponían un problema insalvable cada vez que miraba el mismo espejo que le había mentido años atrás, pero tan fuese porque sin darse cuenta los complejos que afloraban de ella no eran más que fantasmas creados por la gente maliciosa que la rodeaba, para hacerla sentir más pequeña, para tenerla controlada y sobre todo para que realmente no descubriese su belleza.
Tras tres años de criticarse contínuamente, de no hacer caso a su madre en la distancia, a la gente que de verdad la quería, llegó otro de esos veranos infernales que ella tanto odiaba, sobre todo por saber que si se ponía una falda bonita o se arreglaba el pelo, no podría escuchar de la gente que la acompañaba lo bonita que estaba.
Aquel verano, ella misma pidió ir a un campamento para alejarse de todo cuanto la dañaba, un sitio nuevo, con gente nueva tras la que esconderse, para tener tiempo para pensar.
Cuando llegó al rancho estaba anocheciendo y se quedo maravillada con las vistas del horizonte que se disfrutaban desde allí, con el sonido de los animales y con el aire puro que golpeaba su cara. Disfrutó de esos momentos antes de enfrentarse a la presentación de sus compañeros/as de esos próximos quince días.
Cuando cruzo la vieja puerta roida que daba al comedor se encontro con un gran número de chicos y chicas de su edad mas o menos que le dieron un caluroso recibimiento, y les ofrecieron sus asientos para que cenase. No hubo miradas raras ni las risas que normalmente ella misma imaginaba, tan solo un grupo de chicos y chicas dispuestos a divertirse, sin más. En su habitación le toco compartir litera con una chica muy simpatica y nada agraciada llamada Sandra, la alegría en persona, pues Sandra era una de esas niñas que logran sacar siempre algo bueno de lo malo. Apenas abrió la boca en toda la noche, pero a la mañana siguiente Sandra la despertó con su habitual desparpajo.
- Vamos dormilona, nos van a enseñar a ordeñar las vacas… ¡no te lo puedes perder!
Vera se despertó lentamente, y como siempre que se lavaba la cara pensó que estaba horrible. Recogió su cabello negro azabache en una coleta y salió tras las otras. La mañana pasó rápida, entre actividades rurales y risas, lo cual hizo que no recordase lo que ella misma consideraba un horrible aspecto. Ya a la hora de cenar decidió que saldría a tomar un poco el aire al porche antes de subir a la habitación, y hasta allí llegó Sandra.
- ¿Te has fijado en los reflejos tan chulos que te hace la luna en el pelo?- Le dijo.
- Que va, eres una mentirosa. Tengo el pelo horrible y estoy muy gorda.
-Estás loca, ¿Acaso no te has fijado en el terrible color zanahoria de mi pelo? Eso si que es terrible, pero a mi me hace gracia, porque casi nadie lo tiene y he llegado a pensar que la gente que se mete conmigo es porque me tiene envidia- Le dijo soltando una gran carcajada.
-¿Y no te duele que se metan contigo?- Le preguntó Vera asombrada.
- No, porque en el fondo todo el mundo tiene cosas malas, pero yo soy buena de corazón y eso es lo que importa, además mi pelo me hace única y mi cara llena de pecas también, no hay nadie tan pecoso como yo.
Las dos rieron largamente, dándose cuenta que tal vez lo que ellas veían en si mismas tan solo lo veían ellas y que los demás no se fijaban tanto como ellas. Entre sus risas y el canto de los grillos, las pequeñas escucharon un terrible relincho lleno de dolor. Las pequeñas se quedaron asombradas y poco a poco se dirigieron medio escondidas hacia el lugar donde salían los relinchos de aquel dolido caballo, y asomando con cuidado la cabeza pudieron ver como un hombre azotaba fuertemente a un caballo, aún cuando el pobre animal ya estaba herido. La conciencia de Vera no tardo mucho en reaccionar y a pesar de ser aún una niña, salió de su escondite con una decisión absoluta de parar aquella masacre.
-¿Qué esta haciendo, señor?, le está haciendo daño al pobre caballo, esta herido.
-Lárgate de aquí niña.
- No pienso irme, deje en paz a ese caballo.
-¿Y a ti quien te manda meterte donde no te importa?- le contestó el maleducado hombre dirigiendo sus pasos hacia ella.
- No tiene derecho a pegarle así, no se puede defender.- dijo Vera sin ningún miedo.
- Si no te callas te voy …-
- ¿Le vas a que, Alberto? ¿Crees que esa es manera de tratar a un caballo enfermo? Es más, ¿crees que esa es manera de tratar a una niña? Quiero que salgas de este rancho inmediatamente y te aconsejo que te vayas a otro estado, en este yo mismo me encargaré de que nadie te dé trabajo. Fuera.
El mozo de establo salió con la cabeza agachada y la mirada desafiante, pero sabiendo claramente que nadie más le daría trabajo en aquel estado.
-Hola pequeña, soy Rafael, el dueño de los establos. Cuando tu amiga vino a buscarme creí que era una broma, pero has sido muy valiente y le has salvado la vida a ese caballo, lo rescatamos esta mañana de un barrizal en el que le esperaba la muerte segura, así que aun no tiene nombre… ¿Te gustaría ponérselo tu?
-¿Yo?, claro, me encantaría. Pero me gustaría pensármelo esta noche señor.
-Claro, pequeña, no hay prisa, y ahora iros a dormir o la monitora os castigara.
Vera agradeció a Sandra su ayuda y las dos rieron mucho pensando que el tal mozo de cuadras si que debía ver un monstruo cada vez que se mirase al espejo. Vera se pasó toda la noche pensando en un nombre para el precioso caballo blanco que estaba herido sobre la paja. De repente le vino a la cabeza su madre, y cogiendo su móvil y hablando lentamente y bajito la llamó.
-¿Sabes mamá?, me dejan ponerle el nombre a un caballo… y pensando en ti había pensado en llamarlo libertad… ¿Que te parece?
- Perfecto hija, todo lo que tu misma decidas estará bien.
A la mañana siguiente, le dijo al dueño del establo que le gustaría que el caballo llevase el nombre de libertad, pero que era de chica. Y el capataz le respondió que en tal caso seria mejor llamarlo libre. La niña estuvo de acuerdo. Los siguientes días trascurrieron entre risas y paseos con Libre y Sandra, y cada día que pasaba se miraba al espejo y se veía a si misma, sin preocuparse de lo que los demás pretendiesen hacerle creer. Desde aquel día Vera no ve sus complejos sino sus virtudes. Besos
Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.
Espero que os haya gustado. Os recuerdo que si queréis que os haga un cuento personalizado y que se publique aquí, no tenéis mas que escribirme un email al correo: elpoderdelainocencia@gmail.com
Un beso.
Has ganado en mi Blog un premio.
ResponderEliminarA si ?? perdona es que tuve a la niña mala y he estado un poco despistada pero ahora mismo voy a ver ... que ilusion ¡¡¡¡¡ GRACIAS DE CORAZON ¡¡¡¡
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